Manuel Montoliu en una se sus actuaciones.
El toro, de nombre Cubatisto, un “tiarrón” de imponente trapío, tras derribar por dos veces al picador y herir al caballo, llegó fresco al tercio de banderillas.
Como escribiera José Luis Benlloch, amigo personal de Manolo Montoliu: “Fue en mayo, el mismo mayo traidor y sangriento que enmarca las biografías de Fabrilo, de Granero, de Joselito, de Varelito, el de los toros certeros… y desde entonces, el mayo de Manolo Montoliu. Manolo fue grande entre los grandes y especie de punto y seguido en lo que siempre se consideró como la gran escuela valenciana de los toreros de plata”.
Según relataba el crítico taurino Andrés Amorós: “Manolo puso el par de banderillas sabiendo perfectamente lo que hacía y cómo debía hacerlo. Quería ganarse plenamente los aplausos de un público entendido que le acogió ya con siseos de expectación. Llevó a la práctica lo que tantas veces había hecho: prescindir de saltos y espectacularidades gimnásticas. Ser fiel, una vez más, a una admirable escuela valenciana: entrar andando y salir andando, lo más difícil del toreo, hacerlo todo con temple, muy despacio. Supeditó eso a su seguridad. Cualquier profesional sabe que le hubiera sido muy fácil huir, a la salida del par, eso no iba con su torería. Se recreó en la suerte”.
Como relató Manuel Serrano Romá para Aplausos: “Saliste por la Puerta del Príncipe a hombros de toreros cuando España entera era llanto y tu Valencia te esperó llorando, y hasta las nubes se hicieron lágrimas”.
Fuente: Aplausos.
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