La tauromaquia tiene muchas vertientes y suertes
Una de las más desconocidas que tenemos todavía el privilegio de conservar son los roscaderos o la “suerte del cesto”, un espectáculo impactante que tiene un origen antiquísimo.
Cossío estableció el origen de los roscaderos en la Antigüedad para cazar las reses bravas que bajaban del monte a los ríos. Se acercaban a beber y cuando terminaban las citaban desde detrás y las paraban. Entonces acudía el resto de cazadores para agarrar el animal entre todos.
El roscadero es un cesto de mimbre similar a los que se emplean en la vendimia, con forma de campana. En el centro se colocan unas estacas verticales que sirven para que la cuadrilla lo agarre. En los lados se colocan unas gomas para proteger las manos de los roscaderistas.
Más tarde esta misma suerte sirvió para tentar y medir la bravura, como hoy sucede con la suerte de varas. O para atrapar al animal para curarle. Esta técnica se empleaba solo en las ganaderías de Aragón y Navarra.
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