Castella pone en pie a Madrid y Ureña hace que no se siente
Dio emoción una corrida que no fue modelo de bravura, ni tampoco la soñada por Victoriano del Río -de grandes y destartaladas hechuras, y de manso juego-. Ni tampoco la mejor para los toreros, aunque llenó de toreo las dos horas y media que duró el festejo. Un guion que no entraba en ninguno de los bocetos y, por eso, gustó. Una faena de triunfo grande de Sebastián Castella devolvió a Las Ventas la magia de ‘Campocerrado’ y la emoción del toreo de entrega y el imperfecto. Otra de heroicidad y de imponer el toreo de ahora al toro de hace 100 años de Paco Ureña a uno de banderillas negras. Dos conceptos del toreo. Dos, de mansedumbre. Y ambas faenas para poner en pie a Madrid. Ginés Marín, que reaparecía tras una recuperación a contrarreloj, se topó con otro comportamiento a la contra de la bravura, pero, en este caso, también del lucimiento.
El mansurrón cuarto rompe a embestir en la muleta de Castella y le forma un lío, pero sin acero
Madrid ruge con las agallas de Ureña ante el quinto, de banderillas negras
Golpe seco con el pitón en el pecho a Paco Ureña
Por fortuna no hubo que lamentar daños mayores en el torero
No olvidará este toro manso
Por fortuna no hubo que lamentar daños mayores en el torero
No olvidará este toro manso
Video Ureña entrando a matar al manso quinto:
La estocada de Ginés al manso tercero, lo mejor del capítulo
También protestado por sus hechuras fue el tercero, desentendido también de salida y que derribó al caballo que montaba Guillermo Marín, por lo que debió ser castigado en la querencia. Toro también que no quiso saber nada de telas y trazos de Ginés, que tuvo que irse a tablas a proponerle las series por su condición mansa. Espada en mano, dejó una estocada en todo lo alto efectiva. Silencio.
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