martes, 2 de enero de 2024

2024: Hacia dónde va el toro. Y el toreo.

2024: Hacia dónde va el toro. Y el toreo



 Por mucho que nadie insista, el toro del 2024 va a ir donde esté su carestía. Las novilladas irán hacia donde está su escasez. Que faltan toros y que, muy posiblemente aún faltan más novillos, es una realidad con la que se han encontrado ya los veedores mucho antes de terminar el 2023. Aunque parece importar poco esta realidad (ya vendrán las protestas y las “sorpresas” a hacer real este aviso constante de escasez) la cuestión está en quien va a pagar la fiesta del déficit. Por un lado, los festejos, incluso o sobre todo novilladas y festejos de pueblos. Cantidad. Y, por otro lado, las cualidades del toro, esas que han superado ya el toreo en línea recta y que lo han metido en la manga definitiva de lo flexible, la reducción somo superación del temple y el espacio reducido entre engaño, torero y toro.

Mirando la foto vemos a un torero, Talavante, toreando en reducción de espacios, el trazo curvo, el cuerpo del toro exigido en flexibilidad por el giro corporal tras los vuelos de la muleta. El cuerpo de torero en posición frontal con el muletazo sin terminar en curva, en giro,  y muy hacia atrás del cuerpo los vuelos de la muleta. Sin duda alguna, la foto no termina el muletazo, lo adivina. Probablemente el final sea toreando al mismo tiempo que se camina. Giro corporal, giro del toro, en máxima exigencia, y mínima velocidad, y trazo largo, pero sin una línea recta. 

El toreo se dirige a ese lugar.  A la naturalidad del cuerpo en su verticalidad, en su giro de cintura, de brazo y de muñeca. La no deformación del cuerpo. Da la impresión de que tras el modismo del siglo actual del toreo que primaba la longitud en línea recta del muletazo, tan visual como evidente (fácil de ver) camina ahora y para bien, hacia otro toreo más exigente en lo artístico, y en la bravura y o fondo del toro. Porque nadie puede negar que el modismo del cite de la distancia más larga, la inercia de su embestida (movilidad) tenía dos efectos: El toro lucía su tranco. El torero lucía su capacidad de acomodarse a ese tranco y/o velocidad. Muy visible, muy efectivo. 

Un toreo que perdía esa emotividad a medida que el toro perdía fuelle, energía. Por tanto, perdía velocidad por un “desgaste” meramente físico. Suele o solía ser cuando el torero iba acortando las distancias en el cite (no los terrenos, las distancias) y hasta se producía otra faena más, muy cerca, muy con el toro disminuido en su energía gastada. Había dos faenas. Una desde “aquí” cerca. Continuación de otra citando desde “allí” lejos. 

Ese toreo, y esas faenas, entraban dentro de una cuestión casi energética. De gestión de energía. Un toreo previsible, ideal pare ser aprendido y hasta entrenado en las escuelas. Más que talento y arte, incluso más que valor, este toreo exigía, sobre todo, oficio. Repetirlo. Y, sinceramente, por muy visual y hasta emocionantes que pudieran ser las primeras series con el toro entero viniendo desde lejos hacia el engaño, ese toreo no medía las virtudes increíbles que algunos ganaderos han logrado con el toro de hoy: el fondo de bravura y casta, la flexibilidad del cuerpo de un cuadrúpedo exigida al máximo por un trazo exigente y curvo. Todo ello después de descifrar al toro y esas mencionadas condiciones. 

Estamos convencidos de que una cosa es que el toro en sus galopes de cites lejanos, gasta su energía, y otra el “gastarse” en bravura. El toreo de inercias es un toreo que mide energía. No la bravura o  la cualidad interior de fondo en máxima entrega. Esta se mide en el otro tipo de toreo descrito. El que exige al toro un derroche de todo su fondo o condición interior y entrega en máxima exigencia sin el uso de la inercia. Traer, enganchar, llevar por abajo y hacia atrás, no expulsar, no abrir. Hacerlo una y otra vez sin ese cite de varios metros en línea recta, es pura exigencia. No luce el galope ni lo gasta. Luce las condiciones buscadas en muchos años de selección, luce una idea del toro hecha para el toreo que el ganadero tiene en su mente. Son cosas distintas. Todo movimiento gasta energía. Pero hay movimientos que no necesitan bravura. Otros si, la exigen en grado máximo de obligación máxima. 

En 2024 entendemos que habrá toreos que den o intenten dar una vuelta de tuerca en contra del toreo de inercias y velocidades. Porque lo despacioso en profundidad es la magia del toreo. Y la reducción no se logra en línea. Y, por otra parte, este toreo recupera el movimiento de piernas. Las mueve Morante a veces en inicios y finales de tandas, sin dejar de ser profundo, las mueve Talavante sin dejar de torear, las movía El Juli sabiamente en su mejor toreo. Quedarse quieto, claro, pero quedarse para reunirse y reducir y salir de ese achique inverosímil de espacio de forma torera, piernas, brazo, muñeca y cuerpo al compás de lo natural para redondear lo redondo. 

Descrito esto, pensamos si este toreo va a verse beneficiado del toro que salga por chiqueros ahora. ¿Es el toro que hay o el que no queda más remedio o el que mejor nota o deducción de sus condiciones tiene? Esperemos que no sea el toro del “no queda más remedio” porque es el que hay. Sería un albur no deseado, demasiado azar. Confiamos en que ha sido tan exigente y constante la selección que lo que salga por chiqueros con uno u otro trapío, sea fiel a ese trabajo ganadero. Si es así, chapeau para el hombre del campo. Porque si es que no queda mas remedio y el toro es fruto del cálculo económico y solo ese cálculo, a lo mejor hemos dado un paso atrás. De supervivencia legítima. Pero un pasito atrás en un toreo que camina hacia una excelencia y exigencia sobresaliente.

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