sábado, 31 de mayo de 2025

El fracaso de todos. Editorial de Mundotoro

 

El fracaso de todos

Editorial del sábado 31 de mayo de 2025. Mundotoro


Marco Pérez estuvo muy bien y el resto, todos, muy mal. El fracaso de Madrid es un fracaso absoluto del toreo y la comunicación del toreo. Y la certificación notarial de la existencia de crueldad. No es el fracaso de un adolescente de 17 años. Puedo gustar más o menos Marco Pérez, pero es objetivamente innegable que un niño de 17 años hizo algo inalcanzable para el 99,99999999 de los españoles. Que tiró de raza, de hombría (hombría exigida a un niño) y que él solo resolvió como pudo algo para lo que nadie puso medios, cuidado, atención y comunicación. Algo le pesa al toreo cuando el fracaso de un niño es la razón con la que tratamos de salvar el fracaso de todos. Y, en el fondo, la crueldad de todos.

Estamos, aunque el toreo y sus gentes lo olvidemos, en 2025, siglo XXI avanzado, a los pies de la IA, en un mundo de valores fracasados y de cambios sustanciales de fondo en la sociedad. Y el toreo no da la talla y no encaja en este mundo cuya mutación es casi diaria. La empresa anunció como algo extraordinario (fue el primer cartel cerrado) un suceso inusual. Una acción positiva, una apuesta. (¿Qué no había necesidad de ello? No es cierto, el toreo necesita estos sucesos). La respuesta a este hecho inusual de un niño tuvo tintes de crueldad. De inmediato, pareciera que se le estaba dando trato de favor a alguien en base a intereses inimaginables y calenturientos. No hay nada peor que la cobardía de los mediocres vertida en ese mundo de maldad anónima llamado redes sociales.

Por tanto, la primera reacción no fue loar y cantar un suceso inusual de alguien cuya precocidad en el toreo era un bien común, un bien del toreo, por y para el toreo. Inmediatamente se creó un cordón sanitario contra ¡¡¡un niño!!! acusado de un trato de favor. Eso se llama crueldad. Admitida por todos de forma torpe. Pensemos en la era del gatito y del perrito, ponemos a un niño frente a 23.000 personas a lidiar seis novillos que son toros de muchas plazas. Podría la sociedad, por este simple hecho, ponernos el crotal del maltrato. Y, sin embargo, fuimos nosotros quienes permitimos el maltrato dentro de nuestro mundo. A veces no necesitamos la maldad ajena, nos bastamos nosotros mismos.

Sigamos así y Madrid será un despeñadero de niños. Ni Madrid, ni el toreo son así. El toreo es grandeza

Parte del público batió palmas para animar el gesto de Marco, y, de inmediato, surgieron los vigilantes del honor para marcar la pauta de una tarde cruel. ¡¡¡No querían que saludara tras el paseíllo!!! ¿Eso es ser buen aficionado? Eso es crueldad. Quien diga lo contrario, miente. La exigencia con un niño torero de 17 años no es eso. Ese instante marcó la pauta de una tarde en la que, o Marco volaba por los aires, o la tarde iba a ser de despeñadero. De una parte, la gran mayoría asistió a un partido de tenis y una minoría se lo pasó excepcionalmente bien midiendo, gritando, acosando a un niño. No es nuevo, hubo acoso a El Mene, a Palacios, a la mayoría de los jóvenes novilleros que llegan con cierto nombre. Sigamos así y Madrid será un despeñadero de niños. Ni Madrid, ni el toreo son así. El toreo es grandeza.

No puede serlo en tiempos en donde los valores intrínsecos al toreo (juventud, sacrificio, madurez temprana, esfuerzo, educación…) se están desinstalando en la sociedad. Si queremos lanzar el mensaje de que el toreo sigue siendo esos valores, tratar a casi niños de esa forma es escupir sobre lo que es el toreo. Nadie exige nada gritando, haciendo gestos, insultando… Nadie habla a un niño así en la España de 2025. Y dirán que esto es el toreo, claro. Pues si el toreo es esto y la grandeza y el honor del toreo es este comportamiento, vayamos al psiquiatra o que nos quiten el carnet de seres humanos. No pedimos eliminar la exigencia. Pedimos cordura.

Fácil es, a toro pasado, criticar las lagunas profesionales que rodearon a Marco Pérez. Pero, de la misma forma que tenemos que tomar medidas en contra del trato inhumano hacia adolescentes que quieren ser el relevo del toreo (y que el toreo necesita) los profesionales han de pensar que hay que trabajar de otra forma.

En lo taurino, los novillos salieron al ruedo en el juego del tamaño, como si se tratara de un festejo de terna. Los más chicos por delante. Un error de bulto. Porque se expuso al torero a tres protestas continuadas sin necesidad. No eran tres toreros, era un torero. Alternar tamaños era leer la tarde. Y nunca (miremos el historial de lidias en solitario) echar el más fuerte como quinto. Y, de ir a la puerta de chiqueros, ir a los más chicos porque, a portagayola, el chico se hace grande o la tensión del momento lo hace grande. Así ha sido toda la vida en el toreo. Se pudo planificar mejor lo que se tenía y lo que había. Y lo anotamos con todo el respeto, sabiendo que, toro pasado, es más fácil.

Pero resulta que el que fracasó fue Marco Pérez. Una gran mentira. Este viernes fracasó el toreo entero. Está fracasando el toreo con los más nuevos que tienen condiciones. Porque damos por buena y por aceptada esa ira en contra de los que pueden ser, puestos en la picota y en la diana por esa condena: Porque pueden ser. Sólo un mundo de mediocres puede aceptar que los que tienen condiciones hayan de ser sospechosos de no sabemos qué cosa malvada. O se reflexiona con lo que está pasando o el toreo caminará muy ajeno a un mundo que nos sobrepasa. Que nos puede ignorar.

Un tenista de 17 años que despunta en España y en Madrid es motivo de alegría y de esperanza. Así se vende. En el toreo y para esa minoría de Las Ventas, uno de 17 años es lo contrario. Dirán que el toreo no es el tenis. Les diremos que, en ambos lugares, es un niño. Y si el toreo es el maltrato de un niño porque apunta a ser gente, que el toreo se lo piense. Pongamos a mediocres a ser examinados por mediocres: fin de la crueldad. Pero también, fin del toreo.

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