Dicen que la filosofía se esfuerza por responder a dos
preguntas fundamentales: la pregunta “¿qué es?” (la esencia, concebida como la
realidad metafísica de las cosas, su verdadera identidad independiente de la
experiencia sensible) y la pregunta “¿por qué?” (fundamento). Ahora bien. ¿Qué
es la corrida de toros? Nadie lo sabe. Nadie puede responder a esa pregunta, y
la filosofía aún menos. Pero quizá se puede filosofar sobre este mismo hecho:
la corrida de toros no puede ser definida. Se puede hacer su historia,
describir sus fases, determinar sus reglas, pero no se puede decir lo que es.
¿Por qué? Porque no encaja en ninguna categoría definida. De hecho, la fiesta
no es ni un deporte, ni un juego, ni un sacrificio, y no es exactamente un arte
ni verdaderamente un rito; toma algo de todas esas prácticas, que son la
cultura misma, y hace de todo eso una creación original y, por así decirlo,
única. Con un poco de todas las grandes prácticas humanas, por más superficial
que sea ese “poco”, hace su propia profundidad.
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