domingo, 12 de octubre de 2025

Madrid. 12.10.2025. Corrida de la Hispanidad. Morante (despedida inesperada), Fernando Robleño (despedida) y Sergio Rodríguez (confirmación). Toros de Garcigrande

 




El toreo se queda huérfano

Crónica de la tarde del adiós de Morante de la Puebla.

Eran las 19:35 horas de un 12-0 fabricado para ser histórico en Madrid. Historia del toreo y de España. Había cortado Morante de la Puebla las dos orejas en Madrid tras una faena inconmensurable en el sitio donde surge el arte del toreo y se prescinde de la integridad física. Lo había hecho después de reponerse a una voltereta de espeluznante caída que le dejó inmóvil en la arena, con la mirada perdida en el cielo. Tras acabar la vuelta al ruedo, fue buscando los medios hasta la boca de riego y se echó las manos a la coleta al tiempo que le nacía el llanto desde el alma: Morante de la Puebla se había cortado la coleta.




Video última faena de Morante:

https://videos.toromedia.com/w/k4AFGw5A3Urnzx6f7uAj4W?start=3s

Quedó la plaza en silencio, mientras Morante de la Puebla quedó inmóvil en la tierra. Desnudo, totalmente frágil, con la mirada perdida… Un Dios sin aureola hecho carne, para dar humanidad a aquello que está en otra dimensión fuera de lo humano. Vino el percance después de una tijerilla de rodillas y varias chicuelinas sin abrir apenas los brazos desafiando a la física en un abandono total por la integridad. En la boca del burladero, fue Morante recuperándose hasta aparecer para cuajar una faena colosal. El toro de Garcigrande tenía un embroque preciso y un ritmo al paso que requería de un valor sólo al alcance de los elegidos. Tras brindar la faena a Santiago Abascal, demostró Morante ser el más valiente de todos los artistas. Abandonado en cada embroque, priorizó el toreo a su propia vida. Un inicio de muletazo lanzando a la suerte todo lo terrenal, fajándose con la muerte al tiempo necesario para darla a elegir. Sucumbió Madrid al toreo de Morante de la Puebla sobre la diestra. Al natural, el celo del toro era diferente, por lo que todo se desarrolló sobre la diestra. El público estaba emocionado por la intensidad de una faena que daba al sevillano la catalogación de inmortal. Hasta que él mismo demostró que todo en vida es finito, aunque su toreo esté escrito con letras de oro en la historia de la Tauromaquia. La estocada no era la firma perfecta a su faena para abrir la segunda Puerta Grande de su carrera, sino la rúbrica a toda su carrera.

Estaba Madrid todavía ajena a lo que la mente del torero ya había definido. Aquella que nació para el toreo y consiguió salvar al hombre para bien de todos los pueblos. Y de la Tauromaquia. La vuelta al ruedo era a paso solemne, como el que no quiere irse. Como esa despedida cuando la vida se acaba. Como ese último adiós saboreado entre la alegría de lo vivido y la añoranza de lo que será. Morante se encaminaba vestido de Chenel y oro hasta el centro del ruedo. Y el resto es historia: del toreo y de España. Ambas deberían estar de luto por el adiós del mejor torero de la historia. Las lágrimas de Morante era el fiel reflejo de lo humano en una mente y cuerpo celestial para el toreo. Y ahora, ¿qué? Todos querían tocar al maestro en la Puerta Grande. Jóvenes que le trataron como ídolo y los mayores con el privilegio de saber lo que sus ojos veían con la trayectoria que da el tiempo: el de ser contemporáneo a la época de Morante de la Puebla. Con su primero, dejó un soberbio toreo a la verónica frente a un toro de amplias hechuras y poco recorrido.

No fue consciente Las Ventas de una noticia que se tardará meses en asimilarse. Y de papeleta era la despedida de Fernando Robleño, que había sido recibido con honores por su afición de Madrid. Rey en la épica y en la lucha más indómita del toreo, puso Dios un gran toro de Garcigrande para que su última faena tuviera justicia poética. El de Justo Hernández embistió de categoría y Robleño sacó su concepto de figura más relajada sobre la diestra y de trazo más curvo al natural. Aquel que vistió tantas veces la piel de gladiador, disfrutaba de las mieles de la bravura más definida de un toro de Garcigrande en su plaza de Las Ventas. Madrid esperaba el último trato justo por el de arriba: que, esta vez, el acero fuera acertado. Pero Robleño fue fiel a su historia. La estocada fue al segundo intento. La vuelta al ruedo con la oreja fue en olor de multitudes, antes de que sus hijos le cortaran la coleta a un torero honrado. Con el deslucido y desrazado tercero, poco pudo hacer.

Quedó Sergio Rodríguez eclipsado y tapado por la tarde en su confirmación con dos toros que precisaban siempre del toreo sin inercias y paralelos a tablas. Hubo muletazos sueltos de un concepto siempre predispuesto a intentar llevar con largura y mano baja las embestidas, pero la tarde fue más de intención que de resultados. No era fácil después de la resaca emocional intentado buscar las razones de un 12-0 histórico. Fernando Robleño se marchaba en hombros por la puerta de cuadrillas, mientras lo hacía Morante para la calle Alcalá bajo la mirada de Antoñete. La Puerta Grande más nostálgica. Morante miraba al tendido sin horizonte definido. Con la plenitud de una felicidad inacabada. La salida en hombros más triste de todas. ¿Y quién le pondrá una estatua a Morante? El toreo se queda huérfano. Pero, no lloremos porque se fue, sino seamos felices de poder haberlo vivido. Gracias, José Antonio.

FICHA DEL FESTEJO:

Hierro de Garcigrande - España

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Corrida de la Hispanidad 2025. Último festejo de la temporada venteña. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de Garcigrande, bien presentados, serios y de desigual juego. De gran categoría el quinto, aunque serios vino al final a menos. Nobles el primero y el sexto, más agradecidos en el toreo sin inercias y en terrenos paralelos a tablas. De buen pitón derecho el cuarto. Deslucidos el resto.

• MORANTE DE LA PUEBLA, silencio y dos orejas

• FERNANDO ROBLEÑO -que se despide de los ruedos-, silencio y oreja

 SERGIO RODRÍGUEZ -que confirma la alternativa-, ovación tras aviso y silencio

Incidencias: Al finalizar el paseíllo, sonaron los acordes del Himno Nacional de España. Los tres toreros saludaron una ovación. Después, el público de Madrid, propiciado por el Tendido 7, sacó de nuevo a saludar a Fernando Robleño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario