El problema de Zaragoza es el problema del toreo
Artículo de opinión. Javier Jiménez
Tiene el toreo la fuerza en el mes de octubre centrada casi únicamente en la plaza de toros de Las Ventas. Hace varios años que, bajo la aceptación y el silencio, Zaragoza ha perdido su pulso en la temporada. Están los tiempos revueltos en la capital del Ebro, taurinamente hablando, aunque prácticamente no importe. Y eso es, precisamente, lo más peligroso.
Que la situación de una plaza de primera, que hasta hace poco más de dos décadas era de temporada, no importe al toreo es cuestión para mirar. Es cierto que la Feria del Pilar no es fácil con una temporada ya prácticamente terminada. Lo es más en el tema toro, donde la escasez está aún más potenciada en esas fechas. Pero todos esos asuntos son comunes al resto de plazas que programan toros en octubre.
Con una localización clave para el futuro del toreo, a las faldas de Cataluña, Zaragoza ha perdido ser el puntal de referencia de final de temporada. Pero, más sorprende, cuando uno visita la ciudad y parece que lo que se busca es ese silencio mediático. Aislar al toreo de la ciudad. Con escasa publicidad, sin presencia en los medios nacionales, con una relación casi inexistente de información, conociendo sustitutos -sin muchos argumentos o razones- horas antes del festejo, con problemas en los reconocimientos a diarios -hasta en una novillada sin picadores-, sin saber el aficionado y los propios profesionales qué se van a encontrar en los corrales… Uno se levanta cada día de feria pensando cuál será la sorpresa. Una situación que sólo tiene una causa y un culpable: los pliegos-subasta y la Diputación de Zaragoza.
La Tauromaquia es la única actividad cultural que paga a las administraciones unas cuantías desproporcionadas por un alquiler de un recinto – en ocasiones, hasta por determinador días- para dar una actividad que por ley tienen el derecho de programar, difundir, ayudar y proteger
Como escribimos el año pasado, ‘ni ANOET, ni los ganaderos, ni los matadores, ni los banderilleros ni apenas la prensa enviaron en su momento ningún comunicado para hacer público lo que se hablaba en privado. Sólo Mundotoro. Lo que dicen uno a uno en privado es que el pliego, hablando del tirón, era una mierda. Pero en público sólo Simón Casas lo dijo. “Sólo existe la opción de hacer una propuesta temeraria”, aseguró a este medio. Y el toreo, lejos de dejar libre un pliego dañino para la Tauromaquia, se presentó con propuestas estrambóticas, mientras los señores con corbata se frotaban las manos’.
Seamos serios, ¿quién va a mirar por el futuro de la Tauromaquia y la situación de la plaza, mientras las arcas de la propiedad se llenan con medio millón de euros? ¿Quién va a ver si se cumple el pliego? Y, ahora, a los ganaderos y a los toreros les decimos que las cuentas no salen. Que hay que apretarse el cinturón, porque la situación de Zaragoza es complicada. Es difícil porque a lo que realmente llamamos el toreo no existe. Y vete a saber si en algún momento existirá.
Es un problema de facto. El sector del toreo no existe, principalmente, porque no hay unión. No hay un plan de actuación, una programación de temporada. Un saber actuar de manera conjunta. Al revés, hay una lucha cainita constante. Si de verdad hubiera esa unión, el toreo, como sector, tendría el poder de hacer claudicar a las administraciones. ¿Cómo? Haciendo valer pliegos que sean buenos para el toreo. Para todos: empresarios, ganaderos, toreros, banderilleros, novilleros, afición… Unas licitaciones donde se prima la calidad a la cuantía económica.
El sector del toreo no existe, principalmente, porque no hay unión. No hay un plan de actuación, una programación de temporada. Un saber actuar de manera conjunta. Al revés, hay una lucha cainita constante. Si de verdad hubiera esa unión, el toreo, como sector, tendría el poder de hacer claudicar a las administraciones
Pero no, lo único que interesa a las administraciones es vender el toreo como moneda de cambio. La Tauromaquia es la única actividad cultural que paga a las administraciones unas cuantías desproporcionadas por un alquiler de un recinto – en ocasiones, hasta por determinador días- para dar una actividad que por ley tienen el derecho de programar, difundir, ayudar y proteger. Pero si no somos capaces de contarlo, como vamos a ser capaces de cambiar la situación.
La Diputación de Zaragoza no ha mirado por la Tauromaquia, sino por unos ingresos. Y lleva ya varios años. Y lo seguirá siendo. Tiene Aragón en la actualidad de nuevo una salud taurina enraizada en varios de los novilleros con más proyección del panorama taurino y en una ganadería cotizada en ferias de importancia. Sin embargo, están fuera de Zaragoza. ¿Por qué no mira la Diputación por sus gentes? ¿Por qué luego se echan las manos a la cabeza sus representantes cuando hablan con la afición, mientras ponen la mano para llenar sus arcas? Hablamos de Zaragoza, aunque la situación se puede extender a casi todos los territorios. Pocas son las instituciones que de verdad fomentan al toreo y a sus gentes. Hablamos de un apoyo sin rédito. Mientras que éstas sigan ingresando y primando lo económico a la calidad, no están fomentando ni ayudando al toreo. Y no hablemos de aquellas subvenciones o escuelas taurinas, cuyos gastos son una pequeña inversión de lo que ingresan por la Tauromaquia. Es decir, aquellas escuelas que son un gasto más del empresario -más allá del canon- y no de la administración. Del dinero nuestro para cumplir su obligación por ley de fomentar, preservar y proteger una actividad de Patrimonio Cultural de España.
Esa es la verdadera realidad: el toreo llena las arcas de las Diputaciones propietarias de las plazas de toros. Esa y no la contraria. ¿Por qué? Porque siempre habrá alguien dispuesto a dar dinero a pesar de poner en riesgo la salud de una plaza y del toreo. Con otro problema: el ecosistema de buscar cada uno su beneficio y salvar sus habichuelas ha cruzado el límite de los pueblos, hasta llegar a plazas de referencia. Sigamos haciéndonos lo tontos, pero no demos encima las gracias. De aquellos barros, estos lodos. Zaragoza, resiste.
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