Casi me da vergüenza dedicar una entrada a los abrefáciles, por lo trivial del tema, pero es que estoy hasta las bolas de ellos. Repasemos algunos ejemplares:
- Bricks de tomate: Tenemos los que están troquelados en una esquina y que se supone que tirando de la misma, se abre el brick fácilmente. Pues bien, normalmente no se abre y hay que cortar con la tijera. Luego tenemos los que son una pequeña tapadera de plástico y tras abrirla hay que tirar de una lengueta. Normalmente al tirar de la lengueta, sin duda con exceso de adhesivo, saltan gotas de tomate y que una de ellas termine en tu camisa tiene una probabilidad tan cercana a uno que casi viola el principio de incertidumbre de Heisenberg.
- Bricks de leche: Similar al caso dos del tomate.
- Latas de atún y similares: ¿Cuántas veces te quedas con la anilla en la mano?
- Embutido loncheado: Dicen que hay un tío que consiguió tener acceso al embutido sin que se le rompiese el plástico y sin tener que tirar de tijera para abrir el paquete, pero no se si me lo crea. Posiblemente se trate de una leyenda urbana.
- Fideos y otra pasta: Aquí no se trata de un abrefácil propiamente dicho. En algunos te ponen una tira adhesiva, para que una vez utilizado, lo dejes cerrado con dicha tira. El problema es que el cierre es tan fuerte que cuando abres el paquete, normalmente se ha rajado por un lateral y la tira adhesiva suele servir de poco.
En fin, contrastando la realidad de los hechos y la humorada de que se llame abrefácil un dispositivo que normalmente ni abre ni es fácil, me pregunto si no existe tras ello alguna inteligencia criminal que persigue quién sabe qué oscuros fines y que encima tiene un ácido sentido del humor.
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