En "Juego y teoría del duende" García Lorca realiza un prodigioso ejercicio de metamorfosis tomando del lenguaje popular, flamenco y taurino, la palabra "duende" y transformándola en una nueva categoría estética, en una nueva visión de la génesis del arte. La gran virtud de esa conferencia está no sólo en querer desentrañar e iluminar lo esencial de un arte tan español como el Flamenco, sino, sobre todo, en partir de la raíz del Flamenco para establecer desde ahí la sustancia última de todo arte.
Para empezar, Lorca recoge la famosa frase del cantaor Manuel Torre: "Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende" y la iguala con la afirmación de Goethe sobre la música de Paganini: "Poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica". ¡Un gitano pobre y analfabeto situado a la misma altura que una de las cumbres de la cultura occidental! Nadie antes se había atrevido a tanto.
"Juego y teoría del duende" está lleno de este tipo de comparaciones, de esos maravillosos atrevimientos. Por ejemplo, flamencos como Manuel Torre y La Niña de los Peines y toreros como Rafael el Gallo, Lagartijo, Joselito, Belmonte o Cagancho se codean en sus páginas con Sócrates, Descartes, Nietzsche, Goya, Rimbaud, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Jorge Manrique, Velázquez, Cervantes o Quevedo, borrando de un plumazo la rígida e intransigente frontera entre lo culto y lo popular. La vieja metáfora griega y clásica de la Musa como inspiradora del arte es apartada con firmeza para dejar paso a la nueva metáfora española y popular del "duende”.
Cuando hoy se discute, las más de las veces con unas argumentaciones bastante ramplonas, rescatamos hoy este viejo texto lorquiano, un testimonio de particular interés.