El toro de lidia: ese animal que no existe
Editorial de miércoles 26 de junio de 2024
Hay en Europa un animal extraño y descatalogado, el toro de lidia. Para las políticas medioambientales y de bienestar animal, cada vez con más carga ideológica y urbana, el toro de lidia no existe. La nueva Ley Europea de Bienestar Animal pretende aprobar una nueva normativa que dinamitaría el tradicional transporte de las reses desde su ganadería de origen hasta el lugar de su lidia. Si la normativa sanitaria tiene ya una burocracia kafkiana para cualquier animal, lara el toro de lidia la normativa se le hace esotérica. El toro de lidia no existe para Bruselas, de tal forma que su manejo y transporte se equipara al de una oveja o una gallina. Esa falta de “existencia” como animal cuyo valor añadido no es su carne sino su condición genética de comportamiento es la que va camino de mandar al toro al ostracismo. Y con él, al toreo.
El origen de esta “no existencia” del toro de lidia nace del tradicional ninguneo que como raza y base genética tiene en España. En esta piel de toro el toro tampoco tiene una seña de identidad tan pronunciada como para librarse de la burocracia y normativa generalista/animalista. Y tener una propia, la adecuada a lo que es. Por otra parte, como somos europeos, es decir, como somos un país en donde un prófugo de la justicia española puede vivir a cuerpo de rey en Bruselas porque no pintamos nada, toda normativa sanitaria, animalista, burocracia… que se apruebe para un conejo, un sapo o una gallina, se aplica al toro de lidia. Además de ser un absurdo, es una escalada de inconvenientes que podría dejar al toreo sin toro.
A ver quién se libra si no un toro no puede viajar en un camión si el termómetro supera los 30 grados en un país de sol y de calor. A ver cómo se baja una corrida de toros de un camión, se les da un paseo de horas y se les vuelve a subir en períodos de diez horas. A ver cómo el toro de lidia sobrevive a la aprobación de una normativa europea que dicen que pretende minimizar el supuesto sufrimiento del animal en los transportes.
Dicen los que mandan en la RUCTL que ya están en ello, en el problema. Dicen que están tratando con los “lobbies” de Bruselas, algo que suena a estar tratando con Darth Vader o con fuerzas neo-masónicas. Porque al parecer todo el toreo ha de buscar solución en esos trampantojos de los lobbies y los despachos. El toro, que es más de aquí que la sal del mar, pudo ir accediendo a ser un algo sustancial, diferente, señalado y reconocido fuera de todo lo que significa ser animal o ganado. El toro era propiedad de gentes con poder y relaciones y acceso a los que mandan y legislan, pero nos llegaron estos tiempos sin haber hecho ese deber de reconocimiento en un siglo. Un siglo para hacerlo es mucho tiempo. Pero las cosas se arreglaban, antes fácilmente, en los despachos.
De esa política de inteligencia en desuso, de esa forma de trabajar y ver el futuro como algo que sucede hacia atrás, hemos desembocado donde estamos. En el toro y en las plazas. Licitaciones en la sombra, falta de transparencia, amiguismos, tráfico semi pesado de influencias. Pero no para el bien del toreo. No. Para un negocio puntual que, a tenor de lo que ha sucedido, resulta que el negocio es de las administraciones, que se han llevado una pasta gansa de las explotaciones de las plazas de toros arruinando al toreo y eliminando al sector empresarial taurino, que no existe. La inexistencia del toro de lidia en Bruselas es directamente proporcional a la inexistencia del toro de lidia en España y muy directamente proporcional a la inexistencia del tejido empresarial taurino en España. Décadas y siglos de manejos y acuerdos más o menos coyunturales en la sombra, han hecho del toreo una actividad sin visos de idea estructural. Ergo, no existimos normativamente, si no es para pliegos, impuestos y usos de propaganda política.
El toro de lidia no es un hecho aislado. Lo es en el sentido que de que el toro/animal no es ni pudo ser jamás cultura sino un animal con especificidades selectivas, históricas y genéticas absolutamente inigualables ni equiparables a otro animal. Pero ¿quién puede pensar que el lugar desde donde se legisla el cine se pudo legislar el parto de una vaca o un cerrado con toros de saca? Lo cultural no ha hecho otra cosa que insistir en la inexistencia del toro, que debería haberse separado del hecho “culto” o “artístico” o del “hecho tradicional” que es el toreo. No el toro.
Históricamente, la tauromaquia en su vertiente de gestión, ha formado parte de una especie de insistencia de sobrevalorar la no inteligencia. Cuanto menos inteligente o formado para la gestión, mejor valorado el taurino. Eso, cuando el taurino tenía poder o mano, servía. No por inteligencia o formación, sino por “tener mano”. En estos tiempos en los que ya no hay acceso ni influencia en poder sino, todo lo contrario, la ausencia de una formación talentosa durante más de un siglo nos pasa factura. No hay nada más frustrante que llamar a la inteligencia cuando se ha echado veneno contra ella durante décadas. La inteligencia como plaga y el talento como especie invasora de un campo sembrado de capacidades dudosas. Que sólo sabían sumar y restar alrededor de una taquilla a la que se proponía, hasta hace poco y aún hoy, hacer cola para comprar una entrada para ver arte y cultura.
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