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jueves, 17 de octubre de 2024

¿Por qué los toreros se afeitan dos veces?. José María Martínez Selva

 


Este libro presenta los conocimientos de la Psicología, Psicobiología y las Neurociencias que dan respuesta a doce cuestiones y enigmas, algunos de los cuales habrán asaltado al lector en más de una ocasión.

Independientemente del libro en cuestión, el tema taurino sobre la barba de los toreros viene de atrás. 

Belmonte y su teoría del miedo: «El día que se torea crece más la barba»


«El día que se torea crece más la barba. Es el miedo. Sencillamente, el miedo. Durante las horas anteriores a la corrida se pasa tanto miedo, que todo el organismo está conmovido por una vibración intensísima, capaz de activar las funciones fisiológicas, hasta el punto de provocar esta anomalía que no sé si los miedos aceptarán, pero que todos los toreros han podido comprobar de manera terminante: los días de toros la barba crece más aprisa». Así arranca el capítulo 16 de «Juan Belmonte, matador de toros», de Manuel Chaves Nogales, premio Mariano de Cavia en 1927.




Cierto o no, no hay torero que no recuerde aquello de que el día que se torea crece más la barba . «Y lo mismo que con la barba -continúa el texto-, pasa con todo. El organismo, estimulado por el miedo, trabaja a marchas forzadas, y es indudable que se digiere en menos tiempo, y se tiene más imaginación, y el riñón segrega más ácido úrico, y hasta los poros de la piel se dilatan y se suda más copiosamente. Es el miedo. No hay que darle vueltas. Es el miedo. Yo lo conozco bien. Es un íntimo amigo mío».

Y contaba Belmonte que la mañana de la corrida, el miedo, «sin despertarnos, se instala a nuestro lado de la cama». En ese despertar, el torero decía es «el prisionero».

¿Cómo vencerlo? «Acurrucado todavía entre las sábanas, con el embozo subido hasta las cejas, el torero empieza su dramático diálogo con el miedo -se lee en el citado libro. Yo, al menos, entablo una vivísima polémica . No sé lo que harán los demás toreros. Al miedo yo le venzo o, al menos, le contengo a fuerza de dialéctica. Es un diálogo incoherente, como el de un loco con un ser sobrenatural»


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