Las corridas de toros han inspirado a los mayores artistas y a muchos teóricos, pero hasta ahora nadie se había aventurado a filosofar sobre ellas. Ése es el desafío que ha aceptado Francis Wolff. Al leerlo, se entiende que las corridas de toros, por tener relación con los valores éticos e inspirar una nueva definición del arte, son un magnífico objeto del pensamiento. Las corridas de toros son una lucha a muerte entre un hombre y un toro, pero su moral no es la que se cree, pues ninguna especie animal vinculada con el hombre tiene una suerte más envidiable que la del toro, que vive con total libertad y muere luchando. Las corridas de toros son también una escuela de sabiduría: ser torero es una forma de estilizar la vida propia, exhibir el desapego respecto de los azares de la existencia y prometer una victoria sobre lo imprevisible. Además, las corridas de toros son un arte. Dan forma a una materia bruta, la embestida del toro; crean belleza con su contrario, el miedo a morir; y exhiben una realidad que las demás artes sólo pueden soñar.
Gracias, Pitt, por esta recomendación. Voy a leer este libro. Me interesa la estética como filosofía.
ResponderEliminarSaludos
Dicen que la filosofía se esfuerza por
Eliminarresponder a dos preguntas fundamentales: la pregunta “¿qué es?”
(dicha de esencia) y la pregunta “¿por
qué?” (dicha del fundamento). Ahora
bien. ¿Qué es la corrida de toros?
Nadie lo sabe. Nadie puede responder a esa pregunta –y la filosofía aún
menos–. Pero quizá se puede filosofar sobre este mismo hecho: la corrida de toros no puede ser definida.
Se puede hacer su historia, describir
sus fases, determinar sus reglas, pero
no se puede decir lo que es. ¿Por
qué? Porque no encaja en ninguna
categoría definida.
De hecho, la fiesta no es ni un deporte, ni un juego, ni un sacrificio, y
no es exactamente un arte ni verdaderamente un rito; toma algo de todas esas prácticas, que son la cultura
misma, y hace de todo eso una
creación original y, por así decirlo,
única. Con un poco de todas las grandes prácticas humanas, por más superficial que sea ese “poco”, hace su
propia profundidad.
Francis Wolff.
Un abrazo.