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viernes, 19 de enero de 2024

Editorial del viernes 19 de enero de 2024. Mundotoro.

 

El Mochu, El Divo y El Cándido, cerrado el cartel para la Monumental del TC

Editorial del viernes 19 de enero de 2024


El riesgo que corre el toreo en España, en estos tiempos de indecencia y de tribulaciones democráticas, es que entremos en ojo del huracán del Tribunal Constitucional. El TC actual es el brazo armado evidente y sin deseo de mal disimular, de Pedro Sánchez. Es tal su uso como herramienta política del tripartito PSOE-Junts-Bildu, que, hoy por hoy, el TC se ha convertido en el vigilante, censor y controlador de, nada más y nada menos que el Tribunal Supremo. Hoy por hoy, el Tribunal Constitucional de España es un tribunal político que usa todas las posibilidades que le da el entresijo de un estado democrático para ir en contra de la democracia. De tal forma, que el toreo ha de impedir, toda costa un frentismo contra instituciones que terminen en el TC. Un tribunal en manos del mercenario norafricano de Cándido Conde Pumpido, que decidiera sobre el toreo, tomaría la peor de las decisiones.

La derecha política española hace tiempo que topa y no embiste. Abandonó hace tiempo el uso de la inteligencia. Es ese toro bruto de pechugazo recto, mientras que la estrategia política de Sánchez  tiene tanta ductilidad amoral, y es tan camaleónicamente versátil, que embiste con  el son del carretón a la media de quien se ponga a torear de salón frente a él.

Sánchez ha ido usando figuras del toreo del momento para programar ferias que le den el poder en taquilla. Rentabiliza la taquilla como nadie. En apenas 10 años, pasó de ser enemigo de los incipientes taquilleros tremendistas de Podemos, a anunciarse con ellos, sobre todo, con el coleta Iglesias, para dejarlos sentados a la que perdieron tirón y después de ofrecer exclusivas entre sus miembros, para dinamitarlos. Eso les costó mucho dinero despilfarrado a los españoles, división social, fabricación de sectarismos y demás historias negras.

Pero, al tiempo, fue leyendo los petardos morales y políticos de Puigdemont, anunciado en los carteles como El Mochu (por su pelo, el mocho de una fregona) un torero carente de valor, de técnica legal, prófugo de todo, imposible para vestirlo de luces por tener cara y cuerpo de mula asomada una tapia. Y lo ha hecho figura del toreo blanqueando al nacionalismo independentista catalán. Una cuestión que sólo puede hacerse pervirtiendo la historia cultural y social de España. Para que esa Cataluña estrecha e insignificante que ha convertido el FC Barcelona en una casa de rumis y a la ciudad condal en una de las más sucias y más inseguras de España, pueda tener lectura social pública amnistiada, España debe de ser algo feroz y brutal.

Para eso se nombra a Urtasun, que viene a malparir al toreo, pero a malparir a España en su historia hasta lograr reinventar un pasado negro con el que justificar y legitimar “las libertades de Cataluña”. Pedro eso no le ve la derecha. Rajoy dejó que en Cataluña los independentistas quitaran a todo lo español, lengua incluida, fuera cuasi ilegal. Ciudadanos fue un partido con posibles que se desinfló a la que tocó echarle dos huevos y o pasar la línea que pasan los tantos que u están por ser figuras. Y SánchezEl Divo, sin fugarse un alamar, lo está bordando.

Blanquear al comunismo más chapucero, el que emana de las bananas petrolíferas de la Venezuela de Chávez y Maduro, el que tiene como eje al político más ladino y escurridizo (El expresidente Zapatero, eje de todo en sus reinos de taifas de Venezuela y México) ha sido una jugada maestra. Dar subvenciones a diestro y siniestro proclamando el Estado de Bienestar cuando lo que se hace es lapidar ese estado, ha creado una bolsa de barrigas agradecidas del tamaño de un país, una bolsa de “uves” (vagos y votos) del tamaño de unas elecciones. Todo ello en una década, con la derecha debatiendo si es iglesia o catedral, si lidera un gallego que es máxima figura en su tierra, pero que en Las Ventas se le llama cuando ya se ha cerrado a las figuras.

El uso de la inteligencia no significa ni bondad, ni justicia, ni democracia ni nada de eso. Usar la inteligencia se puede aplicar al lado oscuro de la fuerza pues el ser humano lleva la maldad en su ADN. Una descripción perfecta del caso patológico de Sánchez, cuyo maniqueísmo atroz hace juego con su único objetivo: él mismo. Jamás en la historia de la democracia alguien con un interior que retrata al dictador más dictatorial, ha usado los resortes de la democracia para proclamarse emperador o vitalicio líder de una republicana bananera. España.

A la llamada Transición le ha pasado lo que al toreo: que la realidad le pasa por encima. Perezosa si se trata de variar o modificar una coma, jamás se planteó dos cuestiones básicas, como el toreo. Una, que la separación de poderes legislativo/ejecutivo/judicial no existía de facto. Como en el toreo no existe separación empresa apoderados toreros. De tal forma que el TC siempre ha sido lo que ahora es sin esconderse, sin mostrar recato: un Tribunal que eligen los políticos. El Supremo, el tribunal profesional de carrera, no es suficiente en democracia si el TC lo amordaza. La otra cuestión, que cerró un sistema proporcional electoral donde una minoría puede ser la llave del poder. No se puede dejar en manos de un mindundi la confección de una feria.

Esta realidad, tan cierta como no narrada, pone al toreo, como vaticinó José Ortega y Gasset , en el mismo lugar en el que se encuentra el propio país. Si hoy alguien acude al Tribunal Constitucional para dirimir un derecho, una desigualdad, está perdido. Lo enchiqueran. En esas estamos, el toreo, y España. Pasando por taquilla para ver a la terna formada por El Mochu, El Divo y El Cándido haciendo el paseíllo en la Monumental del TC. Con toros de la ganadería de Otegi.


2 comentarios:

  1. Cándido,
    meriendate
    a esos .

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    Respuestas
    1. Las damas, héroes, armas y decoros,
      amor y audaces obras ahora canto
      del tiempo aquel en que cruzaron moros
      de África el mar, y a Francia dieron llanto,

      (Orlando furioso, I, 1, vv. 1–4)

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