Relatos jueveros: relato con reglas.

Relatos jueveros, para leer y participar aquí

Con esta propuesta tan atractiva no he podido resistirme, saltándome las reglas a la torera, a elegir tres paquetes.

Grupo B: Whisky. Verde. Zurdo.

Bordado en verde

- Mi abuelo era zurdo y monárquico, ninguna de las dos cosas estuvieron muy bien vistas en épocas pasadas.
- Tienes razón, ahora nos reímos pero no era igual entonces -se sirvió un whisky y otro para su amigo.
- Como monárquicos tenían sus estratagemas para no desvelar su condición públicamente, como utilizar el color verde. Verde por aquí, verde por allá. Lazo verde en la solapa y hasta corbata verde cuando se terciaba. En verde te escribo, que tú ya me entiendes.
- Pero el verde es en realidad un acrónimo.
- Exacto, V.E.R.D.E. "Viva el Rey de España". Y también una clave en muchas ocasiones:

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

- Jajajajajaja. En verde te escribo, que tú ya me entiendes.



Grupo R: Madrina. Norte. Olivo.

Reinventarse

Cuando Julia se casó, un afamado pintor amigo suyo les regaló un precioso cuadro que había pintado para la ocasión, de tonos muy oscuros en donde se ve a la chica al pie de un olivo, con un libro cerrado en las manos, la cabeza recostada sobre su madrina que había fallecido recientemente y una flor rota en el suelo, en primer plano. Un cuadro muy hermoso pero que rezumaba melancolía.
El marido, hombre de éxito, rico y poeta aficionado, escribió un poema sobre el cuadro dando la vuelta a esa tristeza e interpretando que así de triste estaba hasta que la conoció y que, igual que ella se convirtió en su norte, él sería el encargado de abrir para ella ese libro cerrado y entregarle una nueva flor.


Grupo G: Doblete. Egoísta. Finanzas.

Garandeando

Ya perdí un montón de cosas en mi primera mudanza. Hice doblete en la segunda y también volví a perder otras tantas, no sé si por pereza o mala suerte. Vida gitana. Las cosas me acompañan y se van. Las tengo de noche, las pierdo de día. No estoy preso de las cosas; ellas no deciden nada.
Cuando me separé de Nuria, dejé la casa intacta. Allí quedaron los discos y los libros y todo lo demás. Llevarme algo hubiera sido egoísta. Nunca me he ocupado tampoco de las finanzas. Todo eso era de ella, tiempo compartido, tiempo que agradezco; y me lancé de nuevo al camino, hacia lo no sabido, limpio y sin carga.
La memoria guardará lo que valga la pena. La memoria sabe de mí más que yo; y ella no pierde lo que merece ser salvado.