Cuando una puerta se cierra, otra se abre.
Corría el año 2018 y aquello era una fiesta.
El mismo domingo que Mont de Marsan, capital del departamento francés de Landas, cierra su feria taurina de seis días, la pequeña localidad de Saint Vincent de Tyrosse, apenas a sesenta kilómetros, celebra su día grande con una corrida denominada Desafío de Leyendas ganaderas: Miura vs Palha.
Perderse en el interior de las Landas un fin de semana de julio o agosto es adentrarse en un territorio atractivo para el aficionado a los toros. Las referencias a la fiesta taurina se suceden en cada municipio. Carteles, algunos con siluetas de toros, adornan los anuncios de las fiestas patronales, que se mezclan con los reclamos de productos típicos. Recuerda a la España que no tenía vergüenza en mostrar su idiosincrasia y tradiciones. Mientras al sur de los Pirineos, la fiesta de los toros se ha convertido en otro de los complejos que atenazan a los españoles, en Francia han asimilado una expresión cultural ibérica con la misma apertura de pensamiento que le ha llevado a su desarrollo social.
Los toros es una expresión social que los aficionados franceses han incorporado a su cultura, y la han hecho tan suya que comienzan a ser protagonistas en todos los sentidos. Baste pensar que el empresario de Las Ventas es el galo Simón Casas.
En Francia han desarrollado una estructura bien pensada, con medio centenar de ganaderías y varias escuelas taurinas que educan a los jóvenes con deseos de ser toreros. Ya no es necesario traer nada del otro lado de la frontera, ni cuadras de caballos ni veterinarios ni siquiera los protagonistas de muchos espectáculos. A la entrada de la plaza, se agolpan las publicidades de novilladas y corridas del entorno.
Las fiestas en esta zona del suroeste francés están ligadas al toro, a la corrida landesa basada en jugar al toro a cuerpo limpio por equipos, con un jefe vestido con chaquetilla con parecidos adornos a los de un matador. Muchos pueblos, por pequeños que sean, tienen su plaza, en muchos casos ovaladas o rectangulares para facilitar el juego del toreo propio. Souprosse, Saint Sever, Aire sur l’Adour, Mimizan, Saint Perdon… cada pueblo tiene su plaza y su frontón como señas de identidad.
Pero lo más impactante es el orgullo con el que el aficionado francés vive su fiesta. La adoptaron en su momento y la han hecho tan suya que le han dado su propia característica, la del culto al animal y el torero como héroe que se enfrenta al toro.
P.S.: Mis amados lectores pensábais que teníais la mente abierta, un criterio tolerante y un respeto a las minorías, ¿verdad?