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sábado, 16 de noviembre de 2024

El Senado de Francia da una lección democrática a España, Venezuela, Colombia y México. Editorial de Mundotoro

 

El Senado de Francia da una lección democrática a España, Venezuela, Colombia y México

Editorial del viernes 15 de noviembre de 2024

La votación del Senado de Francia en contra o a favor de la asistencia de menores a los toros se convierte en una esperanza de la libertad y de la existencia de una democracia plena a la que tenemos la obligación de aspirar. No olvidemos el contexto jurídico social de este asunto. Francia es un país que tiene prohibidas por ley las corridas de toros. Prohibidas expresamente. La prohibición emana de la propia Ley de Protección de los Animales. No obstante, a esa ley, los máximos tribunales y el poder legislativo, coincidieron a finales de los años 60 del pasado siglo y siguen coincidiendo ahora que, por encima de derecho alguno, está el derecho inalienable del ciudadano a sus tradiciones, enmarcadas dentro del derecho a su libertad. Derecho y libertad del ciudadano. No hay más debate.

Estamos entonces ante una gran paradoja cuya belleza democrática es la puesta de sol en un campo sembrado de libertad. En realidad, asistimos a más de una contradicción a primera vista. Primero nos preguntaremos: ¿cómo es posible que un país que prohíbe los toros permita a localidades del sureste y suroeste de ese mismo país, celebrar corridas de toros? Luego nos podemos preguntar: ¿cómo es posible que, en el año 2024 en Francia, a pesar de tener prohibidas las corridas, no haya salido victoriosa ninguna iniciativa legislativa para acabar con ellas, modificarlas o, como en este caso, prohibir la asistencia a las mismas de los menores de 16 años?

Dos cuestiones que jamás se pueden entender dentro de países cuyo imaginario jurídico democrático no goce de la mejor de la salud. España, por ejemplo. México, aún más. Colombia, por supuesto. Venezuela, ni qué decir tiene. En estos países, liderados ahora por España, la pésima calidad democrática de sus dirigentes les obliga a echar mano de la psiquiatría jurídica y de derechos humanos ante estas paradojas de Francia. Porque no pueden soportar la respuesta a las mismas. Primero, la condición de ciudadano (citoyen) en Francia, país autor de la primera Constitución real de la historia, blinda todas sus libertades, derechos y libre albedrío por el mismo hecho de ser ciudadano de la República de Francia.

La democracia ha de velar por una jerarquía natural de libertades y la libertad de un ciudadano es intocable

De tal forma que, una ley que emana de un principio social jurídico como es la protección del animal frente a la violencia, no puede serlo ni ser aprobada y/o ejecutada en detrimento de esos derechos de los ciudadanos, aunque sean una minoría. De tal forma que, tanto el poder legislativo (las dos cámaras de Francia) como el judicial (los tribunales de justicia) antepusieron en su momento y siguen anteponiendo ahora los derechos de los ciudadanos frente a otro posible derecho de quien no es ciudadano (animales) y por encima del derecho de los franceses a proteger de una forma u otra a los animales. El derecho a las culturas, los hechos tradicionales, los hechos diferenciadores de regiones y zonas, es superior e intocable. La democracia ha de velar por una jerarquía natural de libertades y la libertad de un ciudadano es intocable.

Insistimos que sólo un país cuya calidad democrática no depende de quien gobierne ni de sus intereses recurrentes, puede hacer convivir cuestiones que, vistas desde España, Venezuela, México o Colombia, aparecen como contradicciones y paradojas legales, jurídicas y sociales. Lo que no es una paradoja ni siquiera una conciencia, es que el mapa geopolítico que conforman España, Colombia, México y Venezuela ocupa un espacio en donde las libertades y la democracia es inexistente o de pésima calidad. Y en ellas y sólo en ellas, los festejos con toros pueden ser perseguidos hasta su exterminación, invocando el supuesto derecho del animal.

Si esto fuera así, resultaría que Pedro Sánchez, Maduro, AMLO y ahora la Sheinbaum y Gustavo Petro, presidentes de estos países, son mejores y más saludables dirigentes de libertades que el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Si esto fuera así, que en nombre de los derechos supuestos de los animales y del bienestar animal se prohíban los derechos civiles a las tradiciones de toros, resultaría que Venezuela, Colombia, México y España son democracias de calidad superior a la Francia. Un chiste malo.

Porque asistimos a una cuestión que va de toros sí o no. No se trata de las corridas de toros en el límite de la prohibición. Asistimos a otro debate: una democracia sana con libertades constitucionales sí o no. En Francia el debate de toros sí o toros no terminó en la década de 1960. Y terminó diciendo que allí donde no se celebran tradicionalmente corridas de toros, no se pueden celebrar corridas de toros. Porque esa prohibición no secuestraba ni hurtaba una tradición a ciudadano o pueblo algunoPero allí donde los pueblos lo habían hecho a través de los tiempos de forma que ya formaban parte de su hecho diferencial y esencia de su cultura e identidad, no se podían prohibir. Es decir, allí donde no había nada, ninguna libertad se resentía. Allí donde había esa tradición, que la siga habiendo. Una belleza democrática propia del mejor poema sobre libertades.

Estos países, dirigidos por una tribu de expoliadores ideológicos que están llevando a sus gentes a una involución de décadas en libertades, economía y cultura, no pueden dar lecciones a Francia

Francia desnuda con rigor democrático, en una rima perfecta de paradojas y equilibrio de libertades, derechos, pasado y presente, a quienes carecen de la más mínima calidad democrática. Sólo en países cuya democracia es inexistente, países donde el totalitarismo se viste por las mañanas con el vestido de la progresía (La Venezuela de Maduro, la Colombia de Petro, El México de López Obrador/Sheinbaum y la España de Sánchez) pueden hacer el ridículo jurídico, social y libertario al que estamos asistiendo. Estos países sólo tienen cierta apariencia de estados democráticos. Y, en consecuencia, tratan de convertir libertades y derechos sí o no, en un toros sí o no.

Estos países, dirigidos por una tribu de expoliadores ideológicos que están llevando a sus gentes a una involución de décadas en libertades, economía y cultura, no pueden dar lecciones a Francia. Porque, aunque los políticos y los gobernantes de estos países no lo adviertan, Francia fue, además de ser país que les llevó a todos ellos la libertad como estados independientes a través de las revoluciones atlánticas de finales del siglo XVIII con su Constitución de 1791, fue el primer país en aprobar una Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Pero es que, además, fue el primer país continental en aprobar una Ley de Protección de los Animales (domésticos), la Ley Grammont de 1850. Algo sobre libertad puede decir Francia a la Venezuela de Maduro, la España de Sánchez, el México de Sheinbaum y la Colombia de Petro. Algo.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos emana directamente de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) francesa. Estos derechos se han ido reforzando y delimitando de forma más específica y hasta detallada, de tal forma que en 1992 las Naciones Unidas aprobaron la ‘Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas‘. Que en su artículo 4, punto2, dice que ‘Los Estados adoptarán medidas para crear condiciones favorables a fin de que las personas pertenecientes a minorías puedan expresar sus características y desarrollar su cultura, idioma, religión, tradiciones y costumbres’. Francia lo ha hecho de nuevo.

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