Juan de Castilla y una declaración de falta de gusto
Corridas como las de hoy -y varias en el abono- son una abierta declaración de falta de gusto por el toro serio, armónico y bravo. Lidiar en Madrid, y más en San Isidro, exige un decoro en gusto que no es una corrida sin hechuras, con un armario de dos cuerpos y otros inmuebles, al menos terciados. Embistió un toro dentro de su mansedumbre en una faena entregada de Damián Castaño, pero, sobre todo, embistió el valor de Juan de Castilla que con un esfuerzo grandioso y una verdad sobredimensionada se jugó el tipo y obtuvo una recompensa menor. Vuelta al ruedo, con ambiente de oreja. No tenía nada y vino a jugarse todo. La proeza de salir al ruedo con una cornada en la espalda y una herida en el pene como si nada, mereció mayor alabanza y, a partir de ahora, mejor trato. Por su parte, el primer paseíllo de Fernando Robleño en su último San Isidro tuvo un guion diferente.
Podrías dedicarle una entrada a Andrés Calamaro, reconocido fan de la tauromaquia.
ResponderEliminarY se ha bancado un repudio del público en Colombia, por quejarse de las prohiibiciones.