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miércoles, 21 de mayo de 2025

El Mene o porqué el toreo es la fiera que no cabe en jaula alguna. Editorial de Mundotoro

 

El Mene o porqué el toreo es la fiera que no cabe en jaula alguna

Editorial del 21 de mayo de 2025

Mundotoro




Etoreo también son gestos. El de Iker Fernández, El Mene, al dar la vuelta al ruedo entre protestas de un sector de la plaza y vítores de la otra parte, es una respuesta proporcionada a la desproporción del maltrato que recibió durante sus dos actuaciones como novillero en Las Ventas. No se sabe que sucede a esta plaza, fría como congelador en la actitud de la mayoría y hasta censura y agresivos en la de una minoría que trató a una terna de buenos novilleros como si algo personal hubiera sucedido entre las partes. Hablamos de maltrato porque es expresión muy correcta aplicada a los gritos, imperativos, órdenes verbales y gestuales que se dirigieron a tres chavales como si éstos fueran futbolistas estrellas de un equipo rival que gana de penalti injusto.

La mayoría de los que protestaron tuvieron una posición de abuso. La mayoría silenciosa, una postura de desamparo. Ambas censurables y, si reflexionamos, injustas y sobre todo, impropias de una plaza de toros de la categoría de Las Ventas. Porque si el trato expresado de forma continuada hacia El Mene fuera dirigido a una figura consolidada, la figura sabe que eso va en su caché. Y, por otra parte, la reacción de la mayoría silenciosa habría sido más rápida, ruidosa y partidaria hacia la figura. Un ‘déjá vu’ que, cuando llegan las novilladas, no sucede, y convierte a Las Ventas en una especie de enterradora de niños. Porque, taurinamente y casi en edad, son lo que son. Un poco más que adolescentes.

Incluso dando por buena que la novillada de Mayalde fuera como se percibió (la movilidad no es igual a bravura), incluso si aceptamos que los errores de los novilleros sí hubieran sido de una grosería inaceptable, la desproporción del trato hacia el maltrato sería la misma. Esto es el toreo, no la intifada. Esto es el toreo, cabal siempre en el reproche, hasta agudo e hiriente en la protesta. Censura. Vinicius no torea. No era el del capote ese central que derribó al nuestro delantero. El Mene no es Roca Rey. Pero, se da la circunstancia de que, además, los tres hicieron cosas de toreros esperanzadores. El Mene, muchas.

Todo partió de una visión inoperante del toro y del toreo, sobre la que pretendió justificarse la agresividad y la frialdad. De tal forma, que la desproporción fue de un tamaño que roza la crueldad. Pocas mentes de 18 años están hechas o maduras, para soportar sin caer en la desazón humillante del miedo escénico que es impropio del toreo en Madrid. Madrid no es así, ni frío ni agresivo. Madrid ha de ser tan duro como justo, tan exigente como proporcionado. Y Madrid, y cualquier plaza, ha de ser indulgente con el débil y usar la espuela con los de boca dura y agria.

La reacción que vino tras una lógica derivada de la petición de oreja no mayoritaria seguida de un saludo desde el tercio como moneda de cambio (las protestas a ese gesto de El Mene son las que se hacen contra un ladrón de ancianas) fue de estudio psicológico. Pero nadie contaba con que algunos adolescentes llevan dentro un torero o alguien que quiere serlo. Y, avalado por lo que había hecho, no sólo no se metió para adentro tras el conato de recoger la ovación, sino que dio la vuelta al ruedo.

Si un chaval tiene el valor de torear como toreó, de reponerse a la cogida fea y de matar como mató, los sabios y los silenciosos habrían de pensar que es un hombre en camino de serlo. Y que los hombres reaccionan. Y tiran para adelante. Y no se dejan ni amedrentar, ni secuestrar y que el fracaso lo es cuando se fracasa de verdad. No debemos subestimar la personalidad ni el coraje ni los bemoles de quienes los tienen para estar delante de un toro. Subestimarlo es creer que nuestro poder desde el tendido es un absoluto en verdad, criterio y en manejo de voluntades humanas y toreras.

Y un torero ha de ser, siempre que lo sea, la fiera para la que no se ha logrado construir jaula alguna que lo encierre. Esa es una las razones poderosas por las que el toreo es esa fiera que no cabe en jaula alguna. No hay jaula política prohibicionista que nos acabe, porque los toreros no caben en una jaula. El toreo es eso que hace que niños de la sociedad más de confort, más pusilánime y más contaminados de sesteo de la historia, quieran ser toreros. Si son capaces de depreciar confort y vida de relax y se ponen delante, ¿de verdad pretendemos hacer de ellos una banda de sumisos? Se es torero, entre otras cosas, porque se es libre. No lo olvidemos o habremos olvidado que es el toreo.

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