Nuestra naturaleza es nómada y sin embargo el cambio nos aterra. Arraigados en cada momento de nuestras vidas, luchamos en vano contra la corriente. Queremos negar el paso del tiempo, que es nuestra única seguridad. Tratamos de aferrarnos al presente, quizás porque sabemos que no existe, que ya es pasado, que nada vuelve a ser, al menos no de manera idéntica.
La literatura nos ha enseñado a descreer de felicidades anunciadas y el lector sospecha que otros sufrimientos le esperan. A veces no sucede nada, absolutamente nada. Pero como Bartley, Penélope, como Vladimir y Estragón, como tantos mansos rebeldes, hay quienes formamos parte de la hermandad de esperanzados resistentes.
La primera frase me las has leído en la mente.
ResponderEliminarUna esperanzada resistente.
Ada, mi especialidad es leer el pensamiento, para algo soy brujo.
ResponderEliminarHola Pitt, Gran entrada, la aplaudo, y una postura que comparto y sostengo.
ResponderEliminarGracias por pasarte por mi blog, hace rato no me daba una vuelta por aquí; así que, como diría un comentarista de fútbol de mi país, "gracias por tanto y perdón por tan poco" je, saludos!
Una hermandad...me apunto.
ResponderEliminar;-)
Salu2
resistentes y aferrados también... ¿Dónde me apunto?
ResponderEliminarTe mando caramelillos de anís y un beso.
Si, resistentes, incluso, por encima de la esperanza.
ResponderEliminarYo nunca he estado arraigada a ningún momento de mi vida, será porque nunca me ha dado tiempo, al final siempre venía un cambio de esos que nos aterran y me arrebataba el momento, para vivir en un constante cambio.
ResponderEliminarPero resistiré al lado de la esperanza.
Besoss
Resistir en la esperanza, no quiero perder
ResponderEliminarAbrazo
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y así me parece a mí que debe ser. Una vida sin ilusiones ni esperanzas, es una vida muy triste. Vivamos el presente a tope, pero con la ilusión de un futuro prometedor.
ResponderEliminarUn abrazo, me gustó tu blog, te sigo.