Seguidores

jueves, 18 de julio de 2024

El sitio y la taquilla. Editorial de Mundotoro

 

El sitio y la taquilla

Editorial del 17 de julio de 2024. Mundotoro




Es muy difícil, y hasta una especie de ostentación de la coherencia, llevar la contraria a la taquilla. Y ésta dice, hoy por hoy, que por mucho que se hable de cierto empacho de nombres de ‘figuras’, resulta que son absolutamente necesarias. Lo dice, con más rotundidad o menos, la taquilla. Que no opina, sino que certifica. Dicho esto, la ausencia normalizada en las ferias del dúo lanzado por Las Ventas, Borja Jiménez y Adrián, no sólo llama la atención. Ponen del revés la tradicional lógica que dice que triunfar en Madrid es aval para entrar en todas partes. El relevo. Pero resulta que, visto lo visto en lo que se anuncia, Madrid ha de ser quien los vuelva a lanzar. Es como si se necesitara un eterno retorno para la convicción o la seguridad para los que contaran de que la taquilla va a estar de acuerdo.

En los últimos años, han salido nombres de toreros que ilusionaban más al aficionado que a la taquilla. O sea, que la tarea era pasar de una ilusión de cualidad a una ‘c’ de cantidad. Y no se logró. Tomás Rufo, por ejemplo, es un caso de retención y, porqué no decirlo, de escasa paciencia y lógica. Pero hay más déficits en el toreo. No es que estemos muy de acuerdo con las retiradas y regresos. Pero una vez dicho y hecho la vuelta, el toreo, que no anda sobrado de razones ni de memoria, abandona y ningunea a toreros como la copa de un pino, hechos a sí mismo y con un historial más que digno. Hablamos de El Cid.

No vamos a usar la demagogia, sino el sentido común. Resulta que un tipo con un historial sobresaliente, único torero en indultar en Santander, en donde ha sido bastión, o con su historial en Bilbao, o en otras plazas, no tenga cabida para, al menos, mantener esa coexistencia de buen nombre y buen trato a quien trato y nombre se ganó. No anda el escalafón empachado de nombres con razones para torear. Hay casos. Pero el toreo, no se sabe cómo, siempre encontró manera de ser respetuoso.

Un torero que abriría plaza. Que no ha vuelto deformado en fondo y forma, digno y cabal, tiene apenas un puñado de corridas toreadas en su regreso. Ha habido vueltas con menos nombre e historial con mejor trato. Puede que el razonamiento de la taquilla sea una causa. Lo es en el caso de esos toreros que, convencidos los llamados aficionados, son escasamente conocidos por el gran público. Y su impacto en la venta es escaso. Una cuestión que siempre o casi siempre ha existido y que se salvaba con una especie de pacto en donde se les anunciaba en carteles de buen corte, donde la categoría de ganadería y toreros suplía a las pretensiones económicas. Tiempo había para el dinero, que llegaba una vez dada una vuelta al país pegando insistentemente toques de atención.

Esto ya apenas sucede. Es como si se hubiera generado una especie de dictadura de la taquilla y no se quisiera correr riesgos, cuestión absolutamente razonable si somos justos con el dinero y el riesgo ajeno. Pero el toreo, hace tiempo, se las arreglaba para convencer a la taquilla que no debe de mandar de forma absoluta. Hay miedo a pinchar. Y el miedo es lógico. Por ejemplo, los plazos cortos de las explotaciones de las plazas. Si salen a concurso por dos, tres años, a ver quién es el valiente que, con cuatro o cinco festejos va y se la juega. O va y le hace el trabajo al que venga a los tres años. Poner a los que salen de Madrid, darlos a conocer y que el rédito se lo lleve el que venga más tarde. Sea como fuere, el que paga el pato es esa tradicional ruta que en el toreo salía de Madrid. Y da la sensación que, o vuelven otra y otra vez a Madrid y triunfan de nuevo, o las ferias los acogen escasamente, dubitativamente y con un recelo evidente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario