Para participar o leer todos los relatos pinchar
aquí
Prefacio.
Nunca leo los demás relatos que participan en estos jueves literarios para no verme influenciado por sus textos. En este caso, como supongo que este tema es fácil que nos lleve por derroteros nostálgicos de bellas estampas campestres, de bellos recuerdos infantiles, o de veranos a la orilla del mar con un amor adolescente, he querido recordar que también existen otros lugares en nuestra memoria colectiva. Lugares en que los civiles, desplazados por la guerra, no dejan de ser unos grandes olvidados.
Sé de un lugar.
Afganistán 2004, volvemos de patrullar a bordo de un blindado, por paisajes resecos donde algunos miserables poblados se ven emerger de las arenas como aflora un cadáver de una sepultura deshecha. Ya en la base apunto en mi cuaderno:
Sé de un lugar dónde una mujer camina deprisa, con una manta de lana y un cántaro por corona, llevando tras ella un rebaño de cabras asustadas.
Sé de un lugar dónde un anciano huye de un escenario de guerra a un campo de refugiados muchas veces inexistente.
Sé de un lugar dónde un niño se quedó huérfano en un cruce de caminos, con una cesta de pan reseco, una vela y una caja de cerillas estropeadas por el rocío.
(La imagen elegida no es de las más dramáticas porque prefiero que se comente el relato que la situación, de la que cada uno es capaz de sacar sus propias, y muchas veces obvias, conclusiones sobre la guerra. Gracias por vuestra comprensión).