El recuerdo de tu ausencia es más triste que la profunda noche del Érebo. Servirte como el esclavo llena una copa, ese es mi deseo, ver cómo te humedeces los labios con el brebaje y vuelves hacia mí la negrura de tus hermosos ojos brillantes. Y ofrecerte un ramo de flores de loto, de un azul celeste las unas, las otras de un rosa delicado como las yemas de los dedos de la gran diosa Isis.
Buenos días, queriendo o sin querer, te salió un bello poema, digno del mejor faraón. Un abrazo.
ResponderEliminarJajajajajaja. Un abrazo.
Eliminar¿Hay álguien por aquí que me la pueda presentar?.
ResponderEliminarTú mismo te sobras para la campaña.
EliminarLas presencias como esa dejan una huella indeleble en el recuerdo: las noches profundas, el jardín cerrado, la esclavitud del deseo, los reflejos en el lago de la sensualidad, las sombras errantes, el aroma de los siete vinagres aromáticos, el olor de las aguas de ámbar y gardenia, las esencias de heno, narciso, vetiver y violetas, el tacto mórbido de la piel núbil.
ResponderEliminarAbrazos.
Sugestiva y bellísima evocación de la presencia.
EliminarAbrazos.
P.S.: Me ha recordado lo de los siete vinagres, el "Vinagre de los Siete Ladrones": El "Aceto Aromático", tradicionalmente conocido como Vinagre de los Siete Ladrones, apareció en Toulouse durante la terrible epidemia de peste que asoló la ciudad entre 1628 y 1631 Cuenta la leyenda que fue utilizado por siete ladrones, cada uno de los cuales conocía un componente e ignoraba los otros seis. Este remedio les permitía saquear a los enfermos sin contaminarse. Se lo pasaban por las manos y la cara o lo quemaban en las casas para protegerse de las enfermedades contagiosas.