Puñales por la espalda
Paco Ureña, afligido y espeso de ideas, solo cortó una oreja en su encerrona con toros muy desdibujados de seis hierros distintos.
No fue posible. Paco Ureña fracasó
en su encierro con seis toros en San Isidro. Ha
triunfado de largo el ideólogo de esta corrida, y ahora, presumiblemente, la utilizará
para tratar de hundir de manera definitiva al torero murciano.
Porque lo de esta tarde no ha sido una gesta de un torero en plenitud que
se quiere medir a sí mismo, sino una auténtica encerrona del sistema que, por
motivos inconfesables, pretende borrar del mapa taurino a Paco Ureña. No lo
contrataron ni en Castellón ni en las Fallas, entró como sustituto de Emilio de Justo en
Sevilla, y en Madrid le ofrecieron este plato de lentejas envenenado. Y como no
ha triunfado, el torero deberá soportar a partir de ahora las consecuencias. Es
verdad que todo resulta un poco misterioso, pero así es: el diestro triunfador
de 2019 se las verá canutas para entrar en las próximas ferias; y si no, al
tiempo.
Es cierto, por otra parte, que una encerrona es siempre un arma de doble
filo, y hacerla en Madrid es una apuesta muy dificultosa. Y lo sucedido hoy es
buena prueba de ello.
Para empezar, una corrida muy desigual de presentación, mansa de principio
de principio a fin, en la que ningún toro ofreció una oportunidad de triunfo:
muy protestado por su escaso trapío e invalidez el de La Ventana del Puerto;
noble pero rajado el de Domingo Hernández; imposible el muy deslucido ‘adolfo’,
que medía a su sombra; cornalón y desfondado el de José Vázquez; anovillado e
inválido en devuelto de Juan Pedro Domecq; manso
y encastado el sobrero del Conde de Mayalde y muy descastado el de Victoriano
del Río.
Y Ureña no estuvo bien. Toda la tarde se le vio espeso de ideas, afligido,
entristecido, derrotado, cansado y desdibujado.
Solo dos quites, uno por templadísimas chicuelinas en el segundo, y otro
por apretadas gaoneras en el sexto; y unas airosas verónicas de recibo al
primero y segundo. Y, muleta en mano, muchos detalles sueltos, sin que hubiera
una faena medianamente conjuntada.
Lo intentó sin éxito ante el protestado que abrió plaza; brindó al público
el segundo, y el inicio, por estatuarios, tres naturales y del pecho hicieron
abrigar las mejores esperanzas. El toro de Domingo Hernández se fue apagando
como una vela, mientras Ureña insistía, y dibujó, es verdad, un extraordinario
muletazo circular con la mano derecha y algunos más de evidente hondura, pero
todo se diluyó en la espesura de una labor tan larga como cansina.
El toro de Adolfo Martín se hizo el amo del ruedo en el tercio de
banderillas, y en menos de diez minutos ya había obtenido el sobresaliente cum
laude en sosería, bronquedad y peligro. A Ureña le costó un mundo
descabellarlo.
Con dos derechazos largos comenzó la faena al cuarto, pero fue ante el
cornalón ejemplar de José Vázquez en el que se le vio vencido y apocado. Robó
algún natural estimable, pero todo quedó demasiado insulso.
Para que no faltara un perejil, una inoportuna tormenta se hizo presente y
llovió torrencialmente durante el último tercio del quinto de la tarde, el
sobrero encastado del Conde de Mayalde, con el que Ureña estuvo más entonado
con varias tantas estimables por ambas manos mientras el público huía despavorido
de los goterones. Y un descastado animal de Victoriano acabó con la última
esperanza.
Fin. Otra encerrona más que suena a venganza. El tiempo próximo dará o
quitará razones. Hay quien piensa que a Ureña lo quieren hundir y la cuenta
atrás ha comenzado. La corrida de hoy ha sonado, y mucho, a puñales por la
espalda…
Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. 14ª de la Feria de San Isidro. Más de tres cuartos de plaza (19.992 espectadores, según la empresa). Toros por este orden de La Ventana del Puerto, Domingo Hernández, Adolfo Martín, José Vázquez, Juan Pedro Domecq y Victoriano del Río, de distinta presentación y juego. Destacaron el segundo de Domingo Hernández y el sobrero de Conde de Mayalde. Noble y con calidad pero medido de fuelle el de José Vázquez. Noble y de poco fondo el de La Ventana. Peligroso el de Adolfo Martín y manso y aquerenciado el de Victoriano del Río.
• PACO UREÑA, de coral y oro: que actuó como único espada, cosechó el siguiente balance: silencio, ovación, silencio, silencio, oreja y ovación
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