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lunes, 12 de diciembre de 2022

Calle de la Montera. Madrid.

 

Historia y leyenda de la Calle de la Montera

¿Cuántas veces has paseado por la Calle de La Montera de Madrid? Cada día miles y miles de personas atraviesan una de las arterias principales de la capital, la vía más rápida de unión entre Gran Vía y la Puerta del Sol. Nos hemos acostumbrado tanto a decir su nombre que incluso hay quien no la asocia a la tauromaquia. Pero tan sólo hay que levantar la mirada para ver como en todas las placas de esta calle están dibujadas unas monteras adornadas con unos cordones rematados en machos o borlas.

La explicación más extendida al origen de su nombre es la más simple. Dicen que antes de la gran expansión de la ciudad de Madrid, las elevaciones del terreno dónde se encuentra recordaban la forma de una montera. Posteriormente al abrirse la calle recibió este nombre. Pero hay otras leyendas mucho más curiosas, ajenas incluso al mundo del toro.

La primera se remonta al Siglo XV y la protagonizó el Rey Sancho IV de Castilla, apodado “El Bravo”. Según cuentan, el monarca atravesó Madrid a lomos de su caballo, tan veloz que al entrar por esta calle se le voló la montera que llevaba en la cabeza. El Rey sacó a relucir su mal carácter y echó en cara a sus vasallos que no se dieran cuenta y que nadie se ofreciera a devolvérsela. Rápidamente, el ingenio del pueblo de Madrid acuñó dos dichos populares: “Al pasar esta vereda, perdió el rey la montera” y “Como Don Sancho era bravo, caminó con grande enfado”.

La segunda historia la relató Francisco Azorín en su libro “Leyendas y anécdotas del viejo Madrid”. Durante el reinado de Felipe III en pleno Siglo XVII, en esta calle vivía una bella mujer viuda de un montero del Rey. De su belleza hablaba y cotilleaba toda la Villa y cada día cientos de pretendientes se congregaban en su portal para verla e intentar seducirla. Incluso se batían en duelo para cortejarla y llamar su atención.

Los incidentes eran tan comunes que tuvo que intervenir la Santa Inquisición, mandando un escrito que amenazaba con grandes castigos para quienes “dieran ocasión a muertes violentas tras pretensiones lascivas”. Pero la Santa Inquisición también culpó a la mujer y la invitó a “cambiar de actitud y maneras para no causar embrollos y derramamientos de sangre”. Ante esta situación la montera, que así se le conocía, decidió abandonar Madrid y una de las calles más famosas de la ciudad. Y lo hizo sola, ignorando a todos los que querían pretenderla.

Hay una tercera leyenda para explicar el nombre de esta calle, que para muchos es la más real. En su libro “Los nombres de las Calles de Madrid”, la escritora Isabel Gea cuenta que aquí vivió a mediados del Siglo XVI Juan Carlos y Francisco Lamontera. Y fue él quien acabaría dando el nombre a su calle.

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