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domingo, 8 de enero de 2023

La arquitectura del redondel. Saber estar en la plaza.

 

LA ARQUITECTURA DEL REDONDEL. SABER ESTAR EN LA PLAZA

TERRENOS. IGNORANCIA Y OLVIDO DE LO QUE SON LOS TERRENOS



El conocimiento de los terrenos, o mejor dicho de su acertada aplicación, es tan indispensable en el toreo como conocer las letras del alfabeto para leer y escribir.

Unas veces la ignorancia y casi siempre el olvido en que incurren, por el estado de excitación o por la distracción que producen las múltiples incidencias de la lidia, suelen ser causas de las grandes dificultades con que tropiezan todos, especialmente los espadas, en el cumplimiento de la misión que deben desempeñar.

Y aunque parezca mentira que los toreros puedan ignorar el asunto, lo cierto es que desgraciadamente no hacen el debido  empleo de lo que es base de las suertes. Lo que nos lleva a sospechar que la desconocen.

El momentáneo olvido en que incurren todos respecto a la disposición que deben observar en los cites, y sobre todo en la continuidad de los lances mal iniciados, etc…depende de la poca seguridad que en ellos mismos tienen y en lo que practican y de la poca fuerza de voluntad que les caracteriza, atendiendo más que al Toro a la constante intromisión de los que no son actores, así como también depende del poco espíritu de observación que les distingue.

Nos inclinamos a creer que la ignorancia de que dan muestras en la plaza es más aparente que real porque desde el tendido todos los profesionales ven quién es el que está convenientemente colocado y quién no, quién saldrá airoso de su empeño y quién se verá comprometido.

Luego, no puede negarse que cuando de espectadores se mudan en actores, olvidan con demasiada y deplorable frecuencia lo más indispensable.  Ello obedece a dos causas; una la que va indicada, la que está en la Fiesta misma; que por larga y pesada que se desarrolle para el público, para el torero suele marchar con rapidez; aunque al mismo tiempo, se le figura que es interminable, y estén deseando que el coche les devuelva cuanto antes al hotel. La otra causa está en la diferencia que entre unas y otras plazas existe. Puede asegurarse que no hay dos iguales, ni parecidas en la construcción y distribución de dependencias. En unas sale el Toro por la parte del sol, otras por la sombra, en unas se hace el desfile de cuadrillas recorriendo el diámetro del redondel, en otras en ángulo recto, etc…

 

Pocas hay que tengan el desnivel necesario, y muchas son las que tienen bocas de riego en el centro y en el centro y en el filo de las tablas, a donde van a parar instintivamente los Toros.  

Si todas obedecieran a un plan fijo y bien determinado, si los arquitectos fuesen aficionados o se asesorasen de personas competentes en torería no se daría el caso diario de que los espadas, cuando han tumbado a su primer toro y se disponen a saludar a la presidencia, antes de abandonar espada y muleta miren a todas partes, desorientados completamente, buscando el palco en que está instalada.

He aquí una prueba clara de lo que influye en la buena y ordenada lidia la diversidad de las plazas, de cómo los toreros olvidan comúnmente dónde, en qué plaza trabajan, o que se figuran hallarse en una determinada, en la que más veces funcionaron cuando en realidad se encuentran en otra completamente distinta. Y por equivocarse, o por no darse cuenta del tercio en que se hallan trabajando, por no fijarse en la distribución de las bocas de riego y en la clase de la tierra que pisan confunden y no aprovechan las querencias de los Toros, torean al revés o llevan la lidia en terrenos desventajosos para ellos.

De ahí que se diga que muchos toreros que no saben  ESTAR EN LA PLAZA.

El que no hace caso del público, como si para él no existiera, mientras cumple la misión que le está encomendada, el que pone toda su atención en el Toro y para el Toro, no para la galería, tiene muchas probabilidades de alcanzar pronto el perfecto conocimiento de las querencias, de los viajes de los Toros, de la manera de arrancar o de quedarse en el camino, de la forma en que rematan y se defienden, de los sitios en que pesan más y, en suma, de la lidia que a cada uno hay que dar según las condiciones que presenta.

En cambio, muchos habilidosos y diestros, con noción de lo que debe ser la lidia, y que teóricamente explican las leyes a que debe ajustarse, tardan mucho tiempo en aprender estos secretos , o no lo aprenden jamás, por continuada que sea su práctica, cuando no atienden más que al lucimiento personal o a la ovación arrancada con perjuicio de ellos mismos. Pues todo lo dan por bien empleado con tal de buscar la estética en la figura y la gracias en los movimientos.

 

De muchos se ha dicho que llegarían a ser grandes toreros cuando supieran dónde, cómo y cuándo debía hacerse aquello mismo que practicaban. es decir, que no les faltaba hacer más de lo que hacían para llegar a la cumbre, sino hacerlo con perfecto conocimiento, que es lo que se aprende con el continuo ejercicio, con mucha práctica y atendiendo a los buenos preceptores.

Pero unos adquieren este perfeccionamiento pronto, otros tarde y otros nunca. Unos son toreros desde que nacen, y otros cuando los años les pesan, cuando ya no están de moda.

No todos tienen inteligencia despierta y desarrollada, capaz de descomponer los fenómenos más complejos y de tomar de ellos los elementos que han de serviles para la construcción de las verdades generales.

CÓMO PUEDEN EVITARSE LOS INCONVENIENTES QUE OFRECEN MUCHAS PLAZAS

Atendiendo principalmente a un plan lógico en la edificación, que fuese invariable en lo esencial como es en la instalación de toriles, en la colocación de las puertas, en la forma y capacidad de las mesetas, etc…; así como en el particular estudio que deben merecer el emplazamiento de las enfermerías y otras dependencias; las localidades que deben destinarse a músicos y timbaleros, el trazado que debe darse a las escaleras, pasillos y puertas; el número de huecos necesarios para desalojar en el menor tiempo posible a los millares de espectadores que llenan las plazas.

 


En algunas, como era la antigua Plaza de Bilbao, los toriles están en la parte de la sombra debajo del palco presidencial y a dos pasos de donde se colocan y permanecen los toreros cuando no actúan o cuando descansan; donde se sitúan los mozos de estoques y muchos «intrusos» que hacen que los Toros vayan hacia ellos atraídos por su presencia o por el ruido, que indefectiblemente tiene que llamarles la atención.

 

 

En plazas así no se tiene noticia de que hayan salido Toros en la dirección que se llama contraria, o derecha de toriles, y los aficionados de estas localidades creen, sin duda de ningún género que todos los Toros llevan de salida el viaje natural, o de su izquierda.  Los que por primera vez salen a torear en una plaza como la citada de Bilbao se sorprenden, y casi andan alcanzados, cuando ven salir al Toro por donde no esperaban. Y no solo andan de cabeza los debutantes sino muchos veteranos que, por rodar de plaza en plaza, se figuran hallarse en la de su predilección, o en la de más  frecuente actuación.

Ese descuido ocasionó en Bilbao una grave cornada al espada Mazzantini cuando, después del paseo de cuadrillas y saludando a unos amigos no se daba cuenta del riesgo que corría a la izquierda y próximo a toriles.

El aficionado sabe muy bien que la lida se lleva generalmente en la parte de la sombra, a donde van instintivamente los Toros, y donde menos sudan los toreros. Y en plazas como la de Bilbao la lidia tiene que tener mayores dificultades que en otras, por lo tanto el peligro de los lidiadores será constante y más frecuente los descuidos.

A los inconvenientes citados hay que añadir el que ocasiona la igualdad, la monotonía que para el torero tiene la configuración circular del palenque y se comprenderá que se equivoque con menos facilidad el que encerrado en un lugar cuya disposición geométrica es la misa, salte o corra, más atento al Toro que al terreno conveniente para el buen resultado de lo que pretende ejecutar.

La forma ovalada, que un técnico quería presentar como modelo de redondel, no es la más indicada para resolver los inconvenientes señalados; al contrario los aumenta porque parte del público no apreciaría la lidia cuando se llevase a cabo en un extremo del eje mayor del ovoide.

 

Y como eso de llevar aquí o allí la lidia, no depende siempre de la voluntad del lidiador y, en ocasiones, hay que torear donde el Toro se aquerencia; así como cuando de puro bravo hace la pelea en un tercio, la mayor parte de los espectadores se quejarían, con sobrada razón, de la desatinada ocurrencia.

Tampoco la lidia podría llevarse en una plaza ovoide con el orden y la proporción debida, cuando fuera necesario correr o cambiar el tercio a los Toros por la diferencia que existirá entre los dos diámetros de la elipse. Una carrera en el eje mayor quebrantaría más al animal que dos o tres en dirección del eje menor. Y lo que es peor, aquella, aunque fuese necesaria, sería más expuesta para el torero que la carrera en el eje menor.

 

En el proyecto de Escuela de Tauromaquia redactado por el Conde de la Estrella se puede leer: » Y cerca de la extensión, figura y demás cualidades de la plaza destinada a las lecciones, se deja a la elección del Intendente de Sevilla; a no ser que se quiera que antes se envíe un diseño o croquis. La figura más acomodada para esta clase de espectáculos es la circular porque la acortan más breve por diagonales en el caso de un apuro, y en cuanto a si ha de ser con barreras y contrabarreras o con burladeros, estoy ahora por éstos, en los primeros ensayos o lecciones para su más pronto resguardo; así como por lo primero cuando lleguen ya a tocar casi una completa instrucción, porque si ahora no es tan preciso salvarse por medio del salto lo será si en lo sucesivo debiendo serviles además para adquirir más agilidad y acomodarse a la práctica general de casi todas las plazas de España.»

Los inconvenientes primeramente señalados, y que influyen poderosamente en la lidia, pueden resolverse con una ley de construcción tan necesaria como el reglamento por el que se rigen las corridas o más si que quiere. La monotonía del redondel desaparecería en parte disminuyendo las dificultades que hoy presenta.

Siendo todas iguales en la distribución de los toriles y puertas, el torero aprendería en poco tiempo a estar en la plaza. De modo que la forma circular debe respetarse, teniendo en cuanto llevamos dicho.

 

TEXTO  OBRA DE GUIZANCHO Y RAMON GONZALEZ

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