LA ARQUITECTURA DEL REDONDEL. SABER ESTAR EN LA PLAZA
TERRENOS. IGNORANCIA Y OLVIDO DE
LO QUE SON LOS TERRENOS
El conocimiento de
los terrenos, o mejor dicho de su acertada aplicación, es tan indispensable en
el toreo como conocer las letras del alfabeto para leer y escribir.
Unas veces la
ignorancia y casi siempre el olvido en que incurren, por el estado de
excitación o por la distracción que producen las múltiples incidencias de la
lidia, suelen ser causas de las grandes dificultades con que tropiezan todos,
especialmente los espadas, en el cumplimiento de la misión que deben
desempeñar.
Y aunque parezca
mentira que los toreros puedan ignorar el asunto, lo cierto es que
desgraciadamente no hacen el debido empleo de lo que es base de las
suertes. Lo que nos lleva a sospechar que la desconocen.
El momentáneo olvido
en que incurren todos respecto a la disposición que deben observar en los
cites, y sobre todo en la continuidad de los lances mal iniciados, etc…depende
de la poca seguridad que en ellos mismos tienen y en lo que practican y de la
poca fuerza de voluntad que les caracteriza, atendiendo más que al Toro a la
constante intromisión de los que no son actores, así como también depende del
poco espíritu de observación que les distingue.
Nos inclinamos a creer
que la ignorancia de que dan muestras en la plaza es más aparente que real
porque desde el tendido todos los profesionales ven quién es el que está
convenientemente colocado y quién no, quién saldrá airoso de su empeño y quién
se verá comprometido.
Luego, no puede
negarse que cuando de espectadores se mudan en actores, olvidan con demasiada y
deplorable frecuencia lo más indispensable. Ello obedece a dos causas;
una la que va indicada, la que está en la Fiesta misma; que por larga y pesada
que se desarrolle para el público, para el torero suele marchar con rapidez;
aunque al mismo tiempo, se le figura que es interminable, y estén deseando que
el coche les devuelva cuanto antes al hotel. La otra causa está en la
diferencia que entre unas y otras plazas existe. Puede asegurarse que no hay
dos iguales, ni parecidas en la construcción y distribución de dependencias. En
unas sale el Toro por la parte del sol, otras por la sombra, en unas se hace el
desfile de cuadrillas recorriendo el diámetro del redondel, en otras en ángulo
recto, etc…
Pocas hay que tengan
el desnivel necesario, y muchas son las que tienen bocas de riego en el centro
y en el centro y en el filo de las tablas, a donde van a parar instintivamente
los Toros.
Si todas obedecieran
a un plan fijo y bien determinado, si los arquitectos fuesen aficionados o se
asesorasen de personas competentes en torería no se daría el caso diario de que
los espadas, cuando han tumbado a su primer toro y se disponen a saludar a la
presidencia, antes de abandonar espada y muleta miren a todas partes,
desorientados completamente, buscando el palco en que está instalada.
He aquí una prueba
clara de lo que influye en la buena y ordenada lidia la diversidad de las
plazas, de cómo los toreros olvidan comúnmente dónde, en qué plaza trabajan, o
que se figuran hallarse en una determinada, en la que más veces funcionaron
cuando en realidad se encuentran en otra completamente distinta. Y por
equivocarse, o por no darse cuenta del tercio en que se hallan trabajando, por
no fijarse en la distribución de las bocas de riego y en la clase de la tierra
que pisan confunden y no aprovechan las querencias de los Toros, torean al
revés o llevan la lidia en terrenos desventajosos para ellos.
De ahí que se diga que muchos toreros que no
saben ESTAR EN LA PLAZA.
El que no hace caso
del público, como si para él no existiera, mientras cumple la misión que le
está encomendada, el que pone toda su atención en el Toro y para el Toro, no
para la galería, tiene muchas probabilidades de alcanzar pronto el perfecto
conocimiento de las querencias, de los viajes de los Toros, de la manera de
arrancar o de quedarse en el camino, de la forma en que rematan y se defienden,
de los sitios en que pesan más y, en suma, de la lidia que a cada uno hay que dar
según las condiciones que presenta.
En cambio, muchos
habilidosos y diestros, con noción de lo que debe ser la lidia, y que
teóricamente explican las leyes a que debe ajustarse, tardan mucho tiempo en
aprender estos secretos , o no lo aprenden jamás, por continuada que sea su
práctica, cuando no atienden más que al lucimiento personal o a la ovación
arrancada con perjuicio de ellos mismos. Pues todo lo dan por bien empleado con
tal de buscar la estética en la figura y la gracias en los movimientos.
De muchos se ha
dicho que llegarían a ser grandes toreros cuando supieran dónde, cómo y cuándo
debía hacerse aquello mismo que practicaban. es decir, que no les faltaba hacer
más de lo que hacían para llegar a la cumbre, sino hacerlo con perfecto
conocimiento, que es lo que se aprende con el continuo ejercicio, con mucha
práctica y atendiendo a los buenos preceptores.
Pero unos adquieren
este perfeccionamiento pronto, otros tarde y otros nunca. Unos son toreros
desde que nacen, y otros cuando los años les pesan, cuando ya no están de moda.
No todos tienen
inteligencia despierta y desarrollada, capaz de descomponer los fenómenos más
complejos y de tomar de ellos los elementos que han de serviles para la
construcción de las verdades generales.
CÓMO PUEDEN EVITARSE LOS
INCONVENIENTES QUE OFRECEN MUCHAS PLAZAS
Atendiendo
principalmente a un plan lógico en la edificación, que fuese invariable en lo
esencial como es en la instalación de toriles, en la colocación de las puertas,
en la forma y capacidad de las mesetas, etc…; así como en el particular estudio
que deben merecer el emplazamiento de las enfermerías y otras dependencias; las
localidades que deben destinarse a músicos y timbaleros, el trazado que debe
darse a las escaleras, pasillos y puertas; el número de huecos necesarios para
desalojar en el menor tiempo posible a los millares de espectadores que llenan
las plazas.
En algunas, como era
la antigua Plaza de Bilbao, los toriles están en la parte de la sombra debajo
del palco presidencial y a dos pasos de donde se colocan y permanecen los
toreros cuando no actúan o cuando descansan; donde se sitúan los mozos de
estoques y muchos «intrusos» que hacen que los Toros vayan hacia ellos atraídos
por su presencia o por el ruido, que indefectiblemente tiene que llamarles la
atención.
En plazas así no se
tiene noticia de que hayan salido Toros en la dirección que se llama contraria,
o derecha de toriles, y los aficionados de estas localidades creen, sin duda de
ningún género que todos los Toros llevan de salida el viaje natural, o de su
izquierda. Los que por primera vez salen a torear en una plaza como la
citada de Bilbao se sorprenden, y casi andan alcanzados, cuando ven salir al
Toro por donde no esperaban. Y no solo andan de cabeza los debutantes sino muchos
veteranos que, por rodar de plaza en plaza, se figuran hallarse en la de su
predilección, o en la de más frecuente actuación.
Ese descuido
ocasionó en Bilbao una grave cornada al espada Mazzantini cuando, después del
paseo de cuadrillas y saludando a unos amigos no se daba cuenta del riesgo que
corría a la izquierda y próximo a toriles.
El aficionado sabe
muy bien que la lida se lleva generalmente en la parte de la sombra, a donde
van instintivamente los Toros, y donde menos sudan los toreros. Y en plazas como
la de Bilbao la lidia tiene que tener mayores dificultades que en otras, por lo
tanto el peligro de los lidiadores será constante y más frecuente los
descuidos.
A los inconvenientes
citados hay que añadir el que ocasiona la igualdad, la monotonía que para el
torero tiene la configuración circular del palenque y se comprenderá que se
equivoque con menos facilidad el que encerrado en un lugar cuya disposición
geométrica es la misa, salte o corra, más atento al Toro que al terreno
conveniente para el buen resultado de lo que pretende ejecutar.
La forma ovalada,
que un técnico quería presentar como modelo de redondel, no es la más indicada
para resolver los inconvenientes señalados; al contrario los aumenta porque
parte del público no apreciaría la lidia cuando se llevase a cabo en un extremo
del eje mayor del ovoide.
Y como eso de llevar
aquí o allí la lidia, no depende siempre de la voluntad del lidiador y, en
ocasiones, hay que torear donde el Toro se aquerencia; así como cuando de puro
bravo hace la pelea en un tercio, la mayor parte de los espectadores se
quejarían, con sobrada razón, de la desatinada ocurrencia.
Tampoco la lidia
podría llevarse en una plaza ovoide con el orden y la proporción debida, cuando
fuera necesario correr o cambiar el tercio a los Toros por la diferencia que
existirá entre los dos diámetros de la elipse. Una carrera en el eje mayor
quebrantaría más al animal que dos o tres en dirección del eje menor. Y lo que
es peor, aquella, aunque fuese necesaria, sería más expuesta para el torero que
la carrera en el eje menor.
En el proyecto de
Escuela de Tauromaquia redactado por el Conde de la Estrella se puede leer: » Y
cerca de la extensión, figura y demás cualidades de la plaza destinada a las
lecciones, se deja a la elección del Intendente de Sevilla; a no ser que se
quiera que antes se envíe un diseño o croquis. La figura más acomodada para
esta clase de espectáculos es la circular porque la acortan más breve por
diagonales en el caso de un apuro, y en cuanto a si ha de ser con barreras y
contrabarreras o con burladeros, estoy ahora por éstos, en los primeros ensayos
o lecciones para su más pronto resguardo; así como por lo primero cuando
lleguen ya a tocar casi una completa instrucción, porque si ahora no es tan
preciso salvarse por medio del salto lo será si en lo sucesivo debiendo
serviles además para adquirir más agilidad y acomodarse a la práctica general
de casi todas las plazas de España.»
Los inconvenientes
primeramente señalados, y que influyen poderosamente en la lidia, pueden resolverse
con una ley de construcción tan necesaria como el reglamento por el que se
rigen las corridas o más si que quiere. La monotonía del redondel desaparecería
en parte disminuyendo las dificultades que hoy presenta.
Siendo todas iguales
en la distribución de los toriles y puertas, el torero aprendería en poco
tiempo a estar en la plaza. De modo que la forma circular debe respetarse,
teniendo en cuanto llevamos dicho.
TEXTO OBRA DE GUIZANCHO Y RAMON GONZALEZ
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