Juan Ortega y Ginés Marín lo bordan en Santander
Fue pura caricia. La quinta obra, para que tiemble Santiago. Porque fue la de la Feria hasta el momento. La rotunda parsimonia de Juan Ortega, para la que hay que tener mucho valor, trazó un acto de gobierno, de pureza máxima, de fe rotunda en su sevillanísimo concepto, de valor sereno y de aprovechar la clase del Atanasio que tenía delante. Lo desorejó, pero más allá de despojos, quedó lo eterno de su obra.
Al sexto, Ginés Marín le dejó una obra de plena conexión, de aprovechar al bravo de La Ventana que tenía delante y de llegar con fuerza arriba desde el primer segundo de la faena. Talavante, que pudo cortar tres orejas de no ser por la negativa del palco, dejó lo más granado de cara al tendido ante el manso cuarto.
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