Oreja para Tristán Barroso en una novillada que termina con escándalo
El declive ganadero de Zaragoza es una tortura para los presidentes. Ellos mismos temen lo que aprueban. Saben que esos animalitos no se sostienen. Y en esas transcurrió la tarde de este sábado, desplomada desde que ese primer novillo perdió los remos en repetidas ocasiones, desde que Diego Bastos tuvo la desvergüenza de brindar al público una faena vacía.
El declive ganadero de Zaragoza es una tortura para los presidentes. Ellos mismos temen lo que aprueban. Saben que esos animalitos no se sostienen. Y en esas transcurrió la tarde de este sábado, desplomada desde que ese primer novillo perdió los remos en repetidas ocasiones, desde que Diego Bastos tuvo la desvergüenza de brindar al público una faena vacía.
Eran las seis y media y lo único que habíamos sentido es vergüenza. La que no tuvo el ganadero al embarcar esos bichos escurridos, que apenas se tapaban por la cara. Como el Cabezón que hizo de tercero y, en cierto modo, rebajó el enfado con sus embestidas prontas y alegres.
Las aprovechó Tristán Barroso para arrancarle una oreja a partir de una labor afianzada en su mano derecha. Más pinturero que poderoso. Así es el concepto de un torero que este sábado vivió algo insólito: sorteó un novillo (el sexto) que había sido rechazado en el reconocimiento previo.
Sí, leen bien. Esa raspa que fue devuelta sin motivo aparente nunca debió saltar al ruedo. ¿El motivo? Una confusión en el enchiqueramiento. ¿La responsabilidad? Compartida entre todas las autoridades que no se percataron.
Fue el propio presidente el que, al ser advertido por las cuadrillas de que ese novillo no había sido sorteado, resolvió la papeleta haciendo asomar el pañuelo verde. Vaya un debut para Moreno. Vaya escándalo de festejo, que se cerró con vuelta al ruedo del propio Barroso.
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