Un día Homer Simpson descubre que tiene un lápiz en el cerebro, confortablemente alojado entre los blandos pliegues grises. Los posibles efectos son aparentemente insignificantes. Lleva ahí muchos años, desde que de niño intentó meterse una caja entera de lápìces por la nariz, un experimento que se vio abortado por un estornudo. Todos los lápices salieron despedidos excepto este renuente. Homer nunca habían notado nada.
Ahora que lo sabe, está desconcertado y decide operarse para que se lo quiten. El resultado es al mismo tiempo sorprendente y alarmante. Es sorprendente porque, tras la extracción, nota nuevos poderes intelectuales. Su mayor comprensión del mundo transforma su forma de ver la vida y, en concreto, le acerca a Lisa, su inteligente hija que antes le intimidaba. Y es alarmante porque no puede mantener esta nueva lucidez en secreto. Lo que antes no veía (la escasa seguridad en el trabajo, lo inane del argumento de un película) le resulta ahora insoportablemente malo. En el episodio, Homer lo denuncia y todos los que le rodean le dan la espalda; no quieren conocer las amenazas ni la monotonía de sus vidas. Todos excepto Lisa, quien explica que la inteligencia tiene una relación inversamente proporcional a la felicidad: la ignorancia es felicidad. Homer tiene que tomar una decisión: vivir sin el lápiz o que se lo vuelvan a colocar. Moe, el tabernero-cirujano se lo reimplanta en el cerebro.
"Cuando la ignorancia es felicidad, es una insesatez ser sabio" Thomas Gray.
Es una de mis frases, en la ignorancia reside la felicidad, por eso yo nunca seré feliz, siempre voy detrás de las verdades. Algún defecto tenía que tener....
ResponderEliminarEs verdad que las personas ignorantes son más felices, o al menos lo parecen. Pero una vez que uno prueba un pedacito del saber, se vicia y no puede dejar de ir tras el; triste pero inevitable.
ResponderEliminarTristemente cierto.
ResponderEliminarEste mundo artificial que los medios adornan y dibujan a su antojo (y al nuestro), se desvanece cuando tomamos consciencia de la realidad en la que vivimos y en la que vive el resto del mundo.
Pretender ser feliz en este mundo es una obscenidad, que pasa por encima del sufrimiento de miles de seres.
Totalmente de acuerdo con Piedra: es una obscenidad. Alegrémonos de los pequeños momentos de felicidad, o de ausencia de dolor, que casi es lo mismo. Yo también quiero que me implanten un lápiz.
ResponderEliminarEs una obscenidad y un atrevimiento. Pero incluso en medio de un estado de guerra, posiblemente la peor de las experiencias, hay un momento para un beso, para una sonrisa. Me refería al hecho de esa sensación de felicidad sin motivos, de agradable estar sin que algo exógeno lo provoque, me refería a esa especie de estupidez angelical que tenemos cuando no pensamos profundamente. Por eso pienso que o soy muy duro de corazón o muy imbécil, aunque es muy posible que ambas características sean sean compatibles. Soy un feliz amotivo.
ResponderEliminarPitt el loco.
Pitt, eso a veces solo es "paz de espíritu" y es digno de disfrutar porque son los instantes que nos permiten soportar la vida.
ResponderEliminarAyer yo fui feliz con un par de cervezas y una charla en la terraza de un bar. Me ha durado hasta más o menos las once de esta mañana. Pero ya he vuelto a mi ser... ¡qué rabia! Ahora, a esperar otro de esos momentos mágicos. Pero,como decía Neruda: ¿sufre más el que espera siempre/que aquél que nunca esperó a nadie?
ResponderEliminar"Pretender ser feliz en este mundo es una obscenidad, que pasa por encima del sufrimiento de miles de seres" la verdad Piedra que es un pedazo frase de las buenas... creo que a veces intento ser obscena y a veces hasta lo consigo...
ResponderEliminarEn ocasiones pienso que yo también debo tener algún lapicero alojado en el cerebro y que ello me ayuda a ser feliz.. y yo al menos, creo que está bien dónde está y no se me ocurriría sacarlo.
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