La niña de cuatro años, a mitad de las vacaciones, dijo: "Esta manzana huele a traje de baño". La frase resume la condición de paraíso enrarecido en que suelen desembocar los días de descanso. No es lo mismo detenerse cuando uno no puede más que interrumpir la costumbre por mandato.
El calendario es un juego de la oca donde toca descansar a la fuerza.
Esa Ítaca variable donde el asueto se defiende y, una vez alcanzado, suele convertirse en el híbrido edén donde las manzanas huelen a traje de baño. Por contraste, la vida anterior adquiere peculiar relieve. Contemplados desde ese momentáneo jardín, los días hábiles brillan con una luz imposible de experimentar como presente. "La vida no se vive a sí misma", escribió Broch. Sólo desde fuera podemos apreciar su decurso. Para eso están la vacaciones, nuestra estancia en la luna.