Los besos son importantes. Por culpa de un beso de buenas noches denegado por su madre cuando era niño, Proust teje toda una neurosis familiar en forma de novelón asmático, policromado, que en el fondo es todo él una indagación detectivesca alrededor de los besos furtivos o fantasmales, de los besos no dados o no recibidos o dados y recibidos a destiempo o a las personas equivocadas. Besos con sabor a magdalena mojada en té de lágrimas o besos con sabor a playa normanda o besos de bocas pequeñas, en un permanente carnaval de celos y de labios. Triste pero forzoso es admitir que los besos no recibidos han hecho más por la literatura que los besos recibidos.