El animal y el Estado (incluido el de bienestar)
Artículo de C.R.V. sobre las leyes de bienestar animal redactadas históricamente y sus intereses reales
Dice el Estado que, si tu perra se queda preñada, te impondrá una multa de 10.000 euros. La castración de toda mascota será obligatoria para el bienestar del animal. Dice el Estado que si un mendigo hace mendicidad acompañado de una mascota, le impondrá la misma multa. Como el mendigo no tiene un euro, la paga el perro. Dice el Estado que hay que fomentar las “colonias” de gatos, cuando los gatos no hacen colonias de forma natural. Dice el Estado que el pulpo no sufre, excepto si es animal de compañía, ya que excluye a los cefalópodos de ser seres sintientes, pero incluye a toda mascota, incluida la rata de alcantarilla. Lo que dice el Estado del animal para la caza, el perro, y el cazado, es un algo incontablemente contra natura. La Ley de Bienestar Animal que se trata de aprobar es una ley que define al animal como un “animal hecho por el Estado”. Y es que el Estado, ciertos Estados en la historia, han tenido una tendencia de control social reflejada en el control del trato animal/hombre.
La relación humana/animal no es una relación de crueldad. En absoluto. La crueldad del hombre hacia el animal es la excepción en todas las culturas, de la misma forma que lo es la crueldad del hombre contra el hombre. Pero ha sido bajo esta idea de crueldad extendida, desde donde se han redactado, históricamente, las leyes de bienestar animal. Todas ellas bajo el lema: mejor trato al animal, mejor sociedad. Todas amparadas en sensibilidad (sensiblería) creada desde la malversación de la cultura humanista del buen trato. Y todas ellas, al margen o en contra del mundo rural y en beneficio de la visión animalista de la ciudad, lugar donde vive el poder. Recojamos las leyes más avanzadas y más “bienestaristas” de la historia, y todas coinciden en esos puntos.
Se considera el primer legislador de la primera Ley de Defensa de los Animales a un tal Jacques Philippe Delmas de Gramont, que, en París, redactó una ley contra el maltrato de animales domésticos, año 1850. Esta ley a la que recurren los animalistas urbanos, redactada en 1850, castiga con multa (5 a 15 francos) y encarcelamiento (1 a 5 días) que den ‘pública y abusivamente maltrato a animales domésticos’. Pero, ¿saben quién era el legislador? Un general del ejército de Napoleón III, primer presidente de la República hasta dar un golpe de Estado con Monsieur Gramont, declararse emperador, activar la Guerra de Crimea, colonizar Vietnam o enviar a Maximiliano a organizar el régimen más criminal que haya tenido México…
Hitler rivaliza sólo con Stalin en la redacción de las leyes que concedieron más y mayores derechos animales.
Nadie pone en cuestión que Hitler fue el legislador más avanzado en bienestar animal. Ahí están sus tres leyes proteccionistas no superadas aún por la más avanzada del mundo actual: la Ley de Protección de los Animales (la Reichs-Tierschutzgesetz de 1933), la Ley de Caza (Reichs-Jagdgesetzde 1934) y la Ley de Protección de la Naturaleza (Reichs-Naturschutzgesetz de 1935). Los altos mandos del partido nacionalsocialista (nazi) alemán eran ambientalistas y protectores de la naturaleza. Hitler amaba a su perra Blondi (regalo de un santurrón como Goering). Además -según sus biógrafos- no admitía que se fumara en su presencia, y cuando compartía la mesa con personas que comían carne, les describía con lujo de detalle los horrores del matadero. De hecho, él mismo declaró que ‘en el nuevo Reich no debe haber cabida para la crueldad con los animales. Por su parte, el respeto a los animales está dado no por su visión utilitarista desde el ser humano, sino por su valor intrínseco’.
Hitler rivaliza sólo con Stalin en la redacción de las leyes que concedieron más y mayores derechos animales. Y éstos rivalizan en la misma dirección con los dictadores más aberrantes de la Historia moderna. La cuestión es, entonces, si es verdad que una sociedad con legislaciones muy avanzadas en “derechos” hacia los animales, la hace ser una sociedad más justa y más avanzada en lo humano.
Si fuera así, la sociedad de Gramont, primer legislador sobre buen trato a los perros parisinos (Francia, XIX) sería una sociedad más justa. Pero los hechos lo describen en un contexto de masacres urbanas con caballos y sables en la calle contra personas que reivindicaban derechos como menos horas laborales para un niño de doce años en una fábrica. Gramont, benefactor de perros parisinos, era un general del ejército que salía a esas calles a hacer esas cosas.
¿Fue una sociedad mejor, más justa, más avanzada la de la llamada Revolución Industrial en Inglaterra, donde la nobleza y la élite comenzaron a legislar sobre la sensibilidad de animales urbanos en urbes donde no existía ni libertad de huelga o protesta en horarios de 12 horas de trabajo y salarios miserables? ¿Lo fue la sociedad horrorizada por Adolf Hitler, el legislador más avanzado sobre los derechos de los animales? ¿Lo fue la de Joseph Stalin que aún avanzó más en esos derechos que el criminal nazi? ¿Fue una sociedad mejor, más justa, más avanzada y más progresista la de Idi Amín y su asesor criminal británico Bob Astiles que desarrollaron leyes proteccionistas y conservacionistas mientras se masacraba a más de 300.000 personas? Supongo que no hay debate al respecto.
La cuestión es, entonces, si es verdad que una sociedad con legislaciones muy avanzadas en “derechos” hacia los animales, la hace ser una sociedad más justa y más avanzada en lo humano
Toda esta letanía histórica para hacer una sociedad mejor a partir de una sociedad que concede mayores derechos a los animales, no es otra letanía que la letra escrita del absolutismo. El animal estado. La naturaleza estado. La tierra estado. Nada que no sea imagen del orden del estado. Y, todo ello, desde la idea de animal/naturaleza de la ciudad. Ese “animalismo político” nace en la ciudad, no en los montes, en los valles, en lo rural, en la tierra. Nace en el cemento. Es en la ciudad donde se instala el poder. Es en la ciudad donde está el voto, el adepto, el humano a vigilar, el humano a controlar. Es el lugar hacia donde se dirige la propaganda colectiva, el mensaje colectivo de la moderna “revolución de las masas”.
Este hilo histórico irrefutable que hace coincidir a Idi Amín (en realidad, a su asesor británico conservacionista) con Hitler o Stalin o con un general imperialista, no concluye que la Ley de Bienestar Animal que se trata de aprobar en España haga coincidir a Pedro Sánchez con todos ellos. Sería estúpido derivar las consecuencias de unas coincidencias aunque sean irrefutables. Pedro Sánchez ha intervenido en la elaboración de esta ley lo que interviene un búho en el tráfico de La Sexta Avenida. Esta ley es absolutamente una ley del animalismo político de sus socios de “Podemos”. Y éstos, irremediablemente e irrefutablemente., tienen tics avanzados similares con todos y cada uno de los citados. El estado padre, el estado amo, el animal y el hombre como idea del Estado. Una perra no pare sin permiso del Estado.
Todo ello, en función de una mejora de la sociedad, del trato al hombre y entre los hombres, de la que ya hemos constatado su falsedad histórica. Pero, además, hay otra falsedad histórica y muy apegada al presente. La ecológica y lo rural. Un personaje de la talla de Javier Castroviejo, consultor permanente de la UE y de la FAO, califica a esta ley española como “un atentado eficaz contra el mundo rural”. Y un atentado eficaz contra la ecología de un país, contra su sostenibilidad, sus tradiciones, sus culturas y sus libertades. El conocimiento de Castroviejo sobre animalidad, ecología y sostenibilidad no puede compararse con ningún político encargado de la redacción de esta ley. Redactada con ínfulas sociales políticas y con un desconocimiento absoluto sobre el mundo rural y la ecología de este país. Y Castroviejo afirma que esta ley es un atentado directo con el animal bípedo llamado hombre. La tilda de “ridículo absoluto”, de “vergüenza” y señala a “otros intereses” que a él se le escapan, como razón de ser de la ley.
Un personaje de la talla de Javier Castroviejo, consultor permanente de la UE y de la FAO, califica a esta ley española como “un atentado eficaz contra el mundo rural” y señala a “otros intereses” que a él se le escapan, como razón de ser de la ley.
Yo sostengo lo que he ido escribiendo desde hace más de quince años. Sostengo que España es un país (como otros) con índice de natalidad negativo y a la baja. Con un preocupante índice de fertilidad, a la baja. Un país en el que hay menos niños de entre cero y 15 años que mascotas. Un país que va a aprobar una ley cuya redacción está dirigida, en un 80% de su texto, a las mascotas de ciudad. Revestido ese interés en un añadido absurdo sobre bienestar del animal no mascota. Y sostengo que esta ley tiene dos patas. Una, favorecer al mercado mundial o transnacional de las mascotas. La obligación de castrar y vaciar al ciento por ciento de las mascotas es la única forma de regular su mercado, que ya factura 60.000.000 millones de euros en Europa.
La segunda parte de esta ley es la cortina de humo de ese negocio. Mostrar interés por el resto de los animales no mascotas, como argumento/ideario que tape el interrogante sobre ese negocio. El mundo rural, el más equilibrado y justo en bienestar animal, el mundo del humanismo, no inventó al animal mascota. Éste es invento urbano. Y ambos mundos son lo contrario respecto al concepto de “animalidad”. Denunciar excesos de cazadores con sus perros, o denunciar al toreo y sus espadas, es la mejor forma de visualizar en la ciudad la necesidad de una Ley de Bienestar Animal. Acabar con la barbarie rural, una sociedad primitiva y atrasada, es vital para lograr la sociedad mascota/humano.
Dicho de otra forma, el animal del Estado. La perra mascota a imagen del Estado y de su mercado. El gato según el Estado, la alimentación según el Estado, los cuidados veterinarios según el Estado. Y según el mercado, claro. El Estado a favor del mercado. Díganme sino porque razón un pulpo no es nada legalmente a no ser que usted lo tenga en casa en una pecera. O una rata de alcantarilla. O porqué se ha de cometer la barbarie de la castración obligatoria, con la hipocresía de ser algo que beneficia al animal. Algo así como la castración de judíos, que también les beneficiaba. O porqué el perro contra el lobo no ha de ser permitido, o porqué hay que activar colonias de gatos de natura antinatural. Díganme porqué se abandona la sanidad en los pueblos, en donde un médico pasa cada diez días y hay que tener un servicio todo el año en sus 24 horas del día para el perro abandonado.
Díganme porque no sucede nada si un mendigo o grupo de ellos está tirado en el suelo de cada esquina de una gran ciudad, pero sí hay denuncia si hay un perro mascota a su lado. Porque el grado de deshumanización de esta ley la convierte en un texto de perversidad ignominiosa. Un eficaz instrumento para finiquitar la relación hombre/animal que nos ha traído hacia la sociedad del bienestar, la mejor de toda la Historia. O porque esta ley es el atentado eficaz contra el mundo rural. Pero sigamos mirando hacia otro lado.
Denunciar excesos de cazadores con sus perros, o denunciar al toreo y sus espadas, es la mejor forma de visualizar en la ciudad la necesidad de una ley de bienestar animal. Acabar con la barbarie rural, una sociedad primitiva y atrasada, es vital para lograr la sociedad mascota/humano.
Y doy dos datos más. España gasta más del 35% de su crédito ecológico en las mascotas. De otra forma, la huella ecológica de las mascotas es de un 35%, treinta veces más que la del tráfico y ciento treinta veces más que la de los españoles de entre cero y 15 años. El segundo dato: alrededor del 11% de los recursos económicos del Estado, a partir de esta ley, serán destinados, directa o indirectamente (versión prohibición de lo actualmente generado o versión obligaciones) a los animales. Mejor dicho, a las mascotas. Sumados al 15% de los recursos económicos privados que ya se destinan a ellas. De otra forma, alrededor del 7% del PIB de España será destinado al bienestar animal. En un país que tiene sólo a dos trabajadores como encargados de la paga de un pensionista. Y dentro de diez años, uno y medio pagando una pensión.
Las mascotas no ocupan pensiones. Son más baratas. Un sustitutivo genial del Estado y de su Ciudad Estado. Pero abundar en este terreno es crear una nueva teoría de conspiración que los dueños de los 11 millones de mascotas de España no van admitir. Incluso añadiendo el dato de que en España, en casi 4 de cada 10 hogares vive una persona en soledad. Que en 7 de cada 10 no hay un niño de entre cero y 15 años. El ecosistema perfecto para la Ley de Bienestar Animal del Estado.