“Vergüenza torera” o cómo el léxico taurino pervive en el idioma español
La tauromaquia ha
ejercido una influencia en la lengua de valor incalculable que la acredita como
motor cultural
“Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”,
escribió Ruiz
de Alarcón en su obra de referencia, La verdad sospechosa. Y esto mismo argumentaríamos a esos tantos que
desean sin éxito acabar con la milenaria tauromaquia. A esos que nos cambian
leyes. Boicotean nuestros actos y conferencias. Se manifiestan ante las puertas
de las plazas de toros. Niegan subvenciones ilegalmente. Esos mismos políticos que desde la tribuna del
Congreso atacan a la tauromaquia, pero a las tres de la tarde comen en
restaurantes taurinos bajo fotos de Paco Camino o litografías de Lagartijo.
No hace mucho, uno de esta grey política antitaurina,
el diputado de ERC, Gabriel
Rufián, le espetaba al presidente del
Gobierno: “Usted no tiene vergüenza torera, señor Sánchez”. Y qué decir del
portavoz del partido que vetó mi libro De frente, en corto y por derecho de las bibliotecas de la Generalidad valenciana,
un tal Baldoví. Este un día entró en el Congreso de los Diputados
escoltado por la Banda de Catarroja a los sones del pasodoble “Tercio de
Quites”. Como fui testigo de ello, me fui “por derecho” hacia él y le afee que
fuesen censurando libros con temática taurina mientras que su pueblo valenciano
le había hecho pasillo para entrar al Congreso ni más ni menos que con un
pasodoble tan torero. Y claro ante estas dos anécdotas, a uno le salió aquello
de “¡vaya tropa!”, que dijo Romanones,
o ese “¡Que país, Miquelarena!”, que le soltó un día Pedro Mourlane al periodista Miquelarena, tras asistir los dos
a un acto de la España más chusquera.
A pesar de que quieren “darle la puntilla”, la Fiesta
de los toros sigue viva, porque la sostiene el pueblo; sí, esa ciudadanía
española que, sea o no pro taurina, hace suya la filosofía torera y las claves del
arte de Pepe-Hillo a través del uso diario de su idioma español. Incluso allende de ultramar. Recuerdo en un viaje a
La Habana cómo el cochero turístico, ante el caos de coches y carros por los
que debía abrirse, soltó desde el pescante: “Chico, esto no lo arregla ni Mazzantini”. Y es que el diestro de Elgoibar, la “espada del
toreo”, tuvo gran cartel en la entonces muy torera ciudad de La Habana y fue un
héroe popular de tal calibre que su recuerdo aún pervive entre los cubanos que
lo han incorporado a su propia lengua española como un listón para expresar
que se
puede lograr hasta lo imposible.
Por cierto, Mazzantini vivió allí un apasionado romance con la actriz Sarah Bernard.
Como nos recuerda el gran J.M. de Cossío, en su
monumental obra, “la fiesta de los toros no es tan solo una diversión más o
menos recomendable desde el punto de vista moral o pedagógico, estético o
sentimental, sino
un hecho de profunda significación en la vida española, y de raíces tan hondas y extensas que no hay
actividad social o artística en que no se encuentren sus huellas, desde el
lenguaje hasta la industria o el comercio” (tomo I, pág. 3. Los toros).
«Los pueblos
iberoamericanos donde aún pervive la tauromaquia conocen bien las claves de
este espectáculo milenario»
El toreo es origen, inventiva e imaginación del
español y por eso este lo ha incorporado a su lengua. El idioma español (a mí
me gusta más llamarlo así que castellano), contiene más de cinco mil términos cuya raíz o
procedencia giran en torno al mundo del toro,
ya sea en su manejo en la plaza o en el campo, sobre el modo que los
profesionales actúan, sobre el desarrollo de la corrida de toros, y muy
especialmente en el uso metafórico de la fraseología o jerga taurina para
explicar el comportamiento humano, en definitiva, para describir su poso ante
la vida.
Y si esto resulta así, es porque el español de a pie,
también en aquellos pueblos iberoamericanos donde aún pervive la tauromaquia,
sean o no taurinos, conocen bien las claves de este espectáculo milenario en el
que un hombre juega, hace arte, lidia, a un animal totémico como es el toro bravo de lidia; especie bovina única en el mundo que
corre el riesgo, si desaparece o se prohíbe la tauromaquia, de desaparecer.
Hecho este “despeje de plaza”
como un alguacilillo, es momento de “hacer faena”, de “coger el toro por los
cuernos” y “lidiar este asunto” de la pervivencia del léxico taurino en el
idioma español moderno, intentado “rematarlo” con un “volapié”. Saltemos al
ruedo y cojamos el toro por los cuernos.
Hay trabajos de investigación muy interesantes sobre
este asunto del léxico o jerga taurinos, demostrando su pervivencia en el
idioma español contemporáneo. Es el caso de los trabajos publicados por
mis amigos
Andrés Amorós y Carlos Abella. También los de Cossío, Nieto Manjón o esa monumental obra de investigación que es la
de José
Carlos Torres. Sin olvidar trabajos de aplicación a
estudiantes de español por extranjeros.
Mi aportación responde no solo a la invitación del
Instituto Juan Belmonte, que preside mi amigo el notario y jurista Fernando Gomá. También la Peña El Quite de Logroño me invitó a
pronunciar una conferencia sobre esta vigencia del léxico taurino y tuve la
inmensa suerte de realizarla en el magnífico salón del idioma español, del no
menos importante monasterio de Yuso, germen de la lengua española y de la
vasca. Conferencia por repetir en el señorial el Centro Riojano de Madrid,
atendiendo a una invitación de su presidente José Antonio Rupérez.
«La RAE recoge 260 acepciones
que llevan la marca Tauromaquia»
El léxico taurino, esa lexicografía taurina que, como
dice Camilo
José Cela, es el Derecho civil del lenguaje por su uso común, tiene un enorme peso en el lenguaje español, con
gran influjo sobre todo en la especialidad de la paremiología taurina; es
decir, en el uso de la metáfora vital a través del lenguaje. Pues busca el
español la clarividencia a través del lenguaje taurino que demuestra conocer y
da igual que poco a poco vaya menos a la plaza o la vea en televisión. Lo que
no quita para afirmar que es grande el peso de la tradición taurina en la vida
de los ciudadanos.
Como señaló el director de la RAE, el profesor Santiago Muñoz Machado, también ganadero, en su magnífico pregón de la Feria
de Sevilla 2023, ese formidable paisaje taurino y lingüístico que hoy ofrece la
obra más emblemática de la RAE que es su diccionario, “recoge 260 acepciones (en 229 artículos)
que llevan la marca Tauromaquia, pero que tienen también otros significados fuera de
ámbito. Por ejemplo: abanicar,
abrir, acoso, afeitar, aguantar, alegrar, aliviar, alternativa, arrastre,
asistencia, burlar, cajón, cuadrilla, degollar, derechazo, doctorarse,
embeberse, empeño, encajonar, espada, estoque, faena, farol, humillar,
izquierdazo, mariposa, molinete, palo, pase, recorte, remate, suerte, templar,
tendido o tercio, por citar solo algunas de las 229. 55 de ellas son
palabras utilizadas exclusivamente en la tauromaquia; por ejemplo: acachetar,
afarolado, ayudado, becerrista, bernadina, chicuelina, derrote, descabello,
embraguetarse, embroque, empitonar, encastado, estoconazo, gañafón, mansear,
metisaca, miurada, molinetear, monosabio, muletazo, muletear, pastueño,
perfilero, pitonazo, rebrincado, retienta, tentadero, toricantano o volapié”.
Lo que más nos sorprende es el arraigo en el uso del
idioma español de la jerga taurina, tan rica y evocadora, sí, pero algo que no
deja de ser algo meramente técnico, para hacer precisamente referencia o
explicar situaciones de la vida cotidiana.
Coincido con el profesor Muñoz Machado no solo en que
cuando esto se logra, como ocurre con la pervivencia del léxico taurino en el
uso del idioma español, “nos
hallamos en el nivel más profundo en el que una jerga puede ser asimilada por
una lengua”, pero también comparto con él en que
“probablemente la tauromaquia sea el campo profesional o artístico
que más palabras propias ha prestado a otras actividades y a la vida diaria”.
Pasemos a continuación a comprobar el uso del léxico o
frases taurinas en el idioma español, incluso utilizando una sola palabra, para describir lingüísticamente diferentes
situaciones, hechos o estados de ánimo. Incluso, y es lo que llama la atención,
uso por quien desconoce su origen taurino o es un declarado antitaurino.
Veamos.
Así, cuando queremos expresar determinación con un asunto empleamos frases como “Zapatillas atornilladas y muleta
para adelante”, “coger el toro por los cuernos”, “atarse los machos”, “crecerse
al castigo”, “irse a porta gayola”, “se quitó la espina”, puerta grande o
enfermería”, “hasta la bola”, “suerte y al toro”, “armar el taco”, “dar un
baño”, “cargar la suerte”, “embraguetarse”, “irse de frente en corto y por
derecho”, “venirse arriba” (uso del español en
México), “tener
casta”, “salir por la puerta grande”, “tirarse sin muleta”, “en todo lo alto”,
“hoy no hay sobrero”, “en mi hambre mando yo”, “va a rodar sin puntilla”,
etc.
Cuando apelamos a la verdad del momento, podemos usar “asomarse al balcón”, “cruzarse”, “es la hora la
verdad”, “jugársela de verdad”.
Si nos referimos al éxito de alguien, recurrimos a que “llenó la plaza hasta la bandera”, “hizo
el agosto”, “puso la plaza boca abajo”, “salió con las orejas en la mano”, etc.
En cuanto al ánimo
(bajo) de alguien, indicamos que “está de capa caída” o “está para el
arrastre”.
Cuando describimos la
distancia o el despego frente a algo o alguien, decimos “a toro pasado”, “ver los toros desde la barrera”, “al
hilo del pitón”, “fuera de cacho”, “sin sitio”, “dar el quiebro”, “dar largas”, “pasar
por alto”, “ponerse el mundo por montera”,
“saltar a la torera”,
“al relance” o “hacer de Don Tancredo”.
Y qué decir de aquella
presunta facilidad cuando decimos “al toro que es una mona”, “hacerle una
faena de aliño”, “trasteo por la cara”, “toro de carretón” o “sin mancharse el
traje”, “brindis al sol”.
Cuando
alguien de despide se
señala de que va a “cortarse la coleta”.
Ante
la particularidad de cada uno, se
dice que “cada
toro tiene su lidia”.
Si
uno sufre, se
dice que está pasando por una situación de “acoso y derribo”.
Si
decidimos pasar página de algo, usamos “cambiar de tercio”, “a las primeras de cambio”,
“cambiar la seda por el percal”.
Cuando
queremos acabar o finalizar una cosa, lo expresamos con “dar la puntilla”,
“rematar la faena” o el “pase de la firma”.
Si
alguien se presenta en un momento o antes una decisión, se dice que va a“tomar la
alternativa” o “confirmarla”.
Si
advertimos a alguien de un problema o peligro, le decimos que: “que te pilla el
toro”, “ten cuidado que huele a cornada”, “va al bulto”, “cuidado que apunta
las femorales” o “es tobillero”.
En
el caso de ayudar a alguien decimos
que: “echar
un capote”, “estar al quite”.
Si
libramos con alguien cierta competencia, usaremos que esta tarde echaremos con
él, un “mano a mano”.
Ante
el fracaso de alguien, tenemos la posibilidad de decir que “ha pegado la espantá”, “ha
pinchado en hueso” o ha hecho el “Don Tancredo”.
Si
es ambicioso diremos
que “no pierde ni un quite”.
Ante
la improvisación de
la irrupción de alguien nos acogeremos a “saltar de espontáneo”.
Para
alabar la gestión de alguien diremos que “lidió” o “bregó” con casta, o
supo “entrar bien al trapo”.
Si
vemos alguien concentrado, lo expresaremos como que“está en capilla”
En
el caso de que alguien haya recibido un desaire lo expresamos como “vaya faena”, o le han “hecho un
desplante”.
Ante
la dificultad del momento, diremos que “esto es un miura, un victorino”, “aquí
huele a hule” o “se masca la cornada”.
Y qué decir de algo
negativo, en el sentido de que es un“marrajo”, “se pasó de castaño oscuro”,
“vaya puyazo le han dado”, “recibir un rejón”, “recibir
un revolcón”, “recibir una cornada” o “vaya charlotada”.
Cuando queremos
expresar alegría, soltamos eso de “música, maestro”.
Si nos cobijamos
dentro la esperanza, ahí tenemos la expresión de que “no hay quinto malo”.
Para detener a alguien
o algo, podemos expresar “parar los pies”.
Para refugiarse del
problema: “se metió en el burladero”.
En el caso de iniciar
algo, podemos recurrir a “hacer el paseíllo”, “estar en el portón
de cuadrillas”,” que Dios reparta suerte” o “con el permiso de usía”, “va por
ustedes”.
Para definir una
presencia física, se usa “vaya trapío”, “cuajado (a)” o “bien
presentado (a)”.
Y para resaltar la
valentía de alguien, “tiene más valor que un torero” o “más valor que el
Guerra”.
Si hubiera
enfado, lo describiremos como “se ha puesto como un toro” o “pega
cornás al aire”.
Cuando queremos
expresar que alguien tiene magia o encanto, diremos “tener duende”, “ser un figura”
o “es un primer espada”.
Para reflejar la
incertidumbre del vivir, diríamos “mañana voy a tu casa, si el
tiempo no lo impide y con permiso de la autoridad”.
Sobre la debilidad
humana, usamos “ser flojo de remos”, “es de pañuelo
verde” o “manso de carreta”
Para aplaudir o
censurar a un equipo, indistintamente “¡vaya
cuadrilla!”.
En el caso de
infidelidad, se dice que “le ha puesto los cuernos”.
Hay frases de filosofía
muy taurina como “hay gente pa tó”, “Le brindo don Julián
Romea este toro, con una diferencia: aquí de muere de verdad” o “Lo que no
puede ser no pue ser, porque además es imposible”.
Permítame, querido lector, que el final de esta faena
literaria lo cierre con un “pase de la firma” y luego con un “volapié”
literario.
El pase de la firma es el uso de la expresión “toreo al alimón”. Y lo voy a hacer evocando a una de las más
grandes figuras de la literatura en español, tan injustamente asesinado, como
fue Federico
Garcia Lorca. Profundo conocedor de la tauromaquia.
Fascinante defensor de la importancia del toreo en la cultura de España.
Y es que cuenta Pablo Neruda en
su imprescindibleConfieso
que he vivido, la siguiente anécdota en 1933 y en Buenos Aires, donde
dio un discurso “al alimón” con Federico García Lorca.
«El uso de la
expresión ‘vergüenza torera’ recoge el más alto nivel de dignidad y valor»
Buenos Aires. Hotel Plaza. Reunión del Pen Club.
García Lorca estaba en Buenos Aires para representar Bodas de sangre con Lola Membrives.
Y ante cien escritores, después de un previo boicot sufrido. Los dos dieron un
“discurso al alimón”. Cuenta Pablo Neruda cómo Lorca le explicó qué era el
torero al limón. Señalándole, con gran conocimiento, que dos toreros pueden
torear al mismo tiempo el mismo toro y con un único capote. Esta, le decía
Lorca a Neruda: “Es una de las pruebas más peligrosas del arte taurino. Por eso
se ve muy pocas veces, no más de dos o tres veces en un siglo, y solo pueden
hacer los dos toreros que sean hermanos o que por lo menos tengan sangre común.
Esto es lo que se llama torear al alimón y esto es lo que vamos a hacer esta
noche en nuestro discurso”. A renglón seguido relata Neruda: “Nos levantamos los dos y empezamos a
torear: Buenas noches, señores…”.
Y a modo de “volapié” quisiera rematar esta
aproximación a la pervivencia del léxico taurino en el uso del español,
trayendo a colación una
de las expresiones más bellas de nuestro idioma, la cual tiene claramente procedencia taurina, como
es “vergüenza
torera”. Esa misma que utilizó correctamente
el antitaurino Rufián para desafiar al actual presidente Sánchez, pues el uso de esa expresión recoge el más alto
nivel de dignidad y valor que encarna una persona.
Con todos los respetos, el español no se refiere a
“vergüenza bombera” o “vergüenza taxista”. Sino que usa al torero, “vergüenza
torera”, como el
listón más alto de valor, de mérito, de
capacidad, de excelencia, que representa una persona. Es ese sentido de
responsabilidad que impone la obligación de cumplir con el propio deber.
Una vez le preguntaron a mi admirado Mazzantini por
qué dejaba el mundo del toro para dedicarse a la política y respondió que lo
hacía porque en el toro hay que tener vergüenza torera y antes de perderla y defraudar
a los que confían en él, prefería tomar otro camino.
Esta reivindicación del léxico taurino dentro del
idioma español no es cosa baladí. Porque hasta ahora estamos salvando los toros
gracias a una Ley 2013 que declara a la tauromaquia parte de la cultura del
pueblo español. Y en esa defensa cultural, que la blinda de momento, resulta clave que el toreo perviva en lo
que más une a un pueblo, como es su lengua.
Es momento de inventariar y proteger esta unión histórica entre idioma español
y la tauromaquia. Y propagarlo. Es un tesoro oculto y de nuevo hallado.
Javier López-Galiacho
Perona es Académico de la Real Academia Europea de Doctores y Presidente del
Foro Mazzantini
Excelente articulo. Yo algunas veces cuando voy a acometer algo digo que se puede hacer por naturales, chicuelinaso sino un "puerta gayola"...
ResponderEliminarUn saludo.
Las expresiones en el idioma son el reflejo de lo popular, como ocurre con la tauromaquia; tradiciones, cosas del pueblo que se quieren erradicar por el mainstream imperante, por la globalización, por el mercantilismo y por la hipocresía de falsas tolerancias, libertades y respetos que no cumplen aquellos que las prometen.
EliminarGracias y un saludo.