Se cuenta que un águila herida por una flecha, al ver las plumas que llevaba el arma, exclamó: "En esto no ha intervenido mano ajena; han sido mis propias plumas las que me han alcanzado".
El otro día, en el palomar de mi ciudad, una paloma reposaba, distante de las demás, se movía extrañamente. Al mirarla un poco más caí en la cuenta que estaba herida. Tal vez hubiera no hubiera sido una flecha, tal vez no hubieran sido sus plumas, quizás un sentimiento la alcanzó en el vuelo, y la derribó.
Con la memoria que tienes puede que recuerdes esta entrada de nuestro blog (quizá todo el "sufrimiento" comenzó allá por septiembre de 2010): "Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo se escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse de él y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: "¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?, ¿quién sabe?".
Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador. Este les respondió: "¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?, ¿Quién sabe?".
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de esos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró el hecho como una desgracia, no así el labrador quien se limitó a decir: "¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?".
Unas semanas más tarde, el ejército entró al poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Claro que la recuerdo, pero no estoy de acuerdo contigo. Tu sufrimiento ha empezado en el momento que has cruzado una línea roja que pintaste, quizá en aquel entonces, pero no por a quien entonces.
Esa delgada línea roja no la pinté yo solo, tenía poca pintura y pocas ganas de hacerlo. Eres tan tremenda que hasta me haces sonreir. Pero, si sabes tantas cosas...
Como eres una cinéfila no te recordaré la voz en off que cierra el film de Terrence Malick. En cuanto a la primera "La delgada línea roja", la acción bélica contra la caballería rusa en la guerra de Crimea (roja, por los casacas rojas del 93º Regimiento de Highlanders británico; delgada por su formación en línea de a dos, en vez de a cuatro, por el escaso contigente con el que contaban), Campbell arengó a sus soldados diciendo: "No hay retirada desde aquí, soldados. Deben morir donde se encuentran" Te adoro (esto no lo dijo Campbell).
Esa águila había sido criada para culparse a sí misma, más allá de la dimensión que podía tener su cuota de responsabilidad en un "mundo ancho y ajeno"; no podía percatarse que no todo dependía de ella.
Muy buena reflexión Pitt, pero encierra una terrible trampa...la culpa
El pensamiento de ese águila la llevó a esa conclusión sólo porque posiblemente en su vuelo no entendía que no todo depende de ella, que existen factores externos que no podría, ni podrá, controlar nunca...
La culpa es la verdadera flecha que hería a ese águila, mucho antes de ser acertada de lleno y esa misma culpa puede llevarla a dos situaciones, una, que reaccione, se zafe de la flecha y siga volando y dos, que se quede regodeándose en la belleza de esa flecha, en su supuesta culpa, y mirando su herida acabe chocando con cualquier peñasco inoportuno que le impida seguir su camino...
Todas las flechas acaban sacándose, al igual que todas las plumas arrancadas vuelven a crecer, sólo hay que seguir volando :D
Besos (y un fuerte abrazo de los que barren a la culpa y a las flechas de la incertidumbre)
Qué reflexión, buenísima...
ResponderEliminarLas águilas siempre han sido y serán grandes Maestras.
Abrazos
Gracias Verónica C., gran fichaje.
EliminarAbrazos.
bravo.
ResponderEliminarUn abrazo.
El otro día, en el palomar de mi ciudad, una paloma reposaba, distante de las demás, se movía extrañamente. Al mirarla un poco más caí en la cuenta que estaba herida. Tal vez hubiera no hubiera sido una flecha, tal vez no hubieran sido sus plumas, quizás un sentimiento la alcanzó en el vuelo, y la derribó.
ResponderEliminarBuenísimo eso, Pitt! genial.
Saludos!
Diego, debería poner tus comentarios como post.
EliminarGracias.
A veces encontramos unos extraños consuelos.
ResponderEliminarY a veces encontramos extraños, otras consuelos.
EliminarA veces buscamos las razones en el sitio menos apropiado.
ResponderEliminarBesoss
Hay un conocido cuento sufí sobre esto, lo publicaremos. Gracias por recordármelo, Vanessa, porque tienes mucha razón.
EliminarBesoss.
Cuidado con lo que somos... no necesitamos peores enemigos.
ResponderEliminarBesos feroces.
Nunca le diste mi beso a Pepe, gracias eh!
Los besos me los quedo para mí. Pepe ya se encarga de coger los suyos.
Eliminar"¿Besos feroces? Lo dices en la confianza de que nos separa un océano, pillina.
Gracias Sara. Eres un amor.
EliminarPor supuesto Pitt, porque soy bastante tímida en persona. Jajaja.
EliminarLo sé Pepe, lo sé, jajaja y tú un distraído, pero un amor también.
EliminarUn gran beso.
Vale, ya he visto tu comentario de la entrada anterior (menos mal que no he tenido que ir muy lejos).
EliminarQué pena de océano, Sara O. Durán, ya que me gustaría recibirlos personalmente.
Podría decirte muchas cosas, pero se que sufres y no es de amigos ahondar mas en las heridas.
ResponderEliminarCon la memoria que tienes puede que recuerdes esta entrada de nuestro blog (quizá todo el "sufrimiento" comenzó allá por septiembre de 2010):
Eliminar"Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo se escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse de él y lamentar su desgracia, el labrador les replicó:
"¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?, ¿quién sabe?".
Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador. Este les respondió: "¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?, ¿Quién sabe?".
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de esos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró el hecho como una desgracia, no así el labrador quien se limitó a decir:
"¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?".
Unas semanas más tarde, el ejército entró al poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Claro que la recuerdo, pero no estoy de acuerdo contigo. Tu sufrimiento ha empezado en el momento que has cruzado una línea roja que pintaste, quizá en aquel entonces, pero no por a quien entonces.
EliminarEsa delgada línea roja no la pinté yo solo, tenía poca pintura y pocas ganas de hacerlo. Eres tan tremenda que hasta me haces sonreir. Pero, si sabes tantas cosas...
EliminarComo eres una cinéfila no te recordaré la voz en off que cierra el film de Terrence Malick.
EliminarEn cuanto a la primera "La delgada línea roja", la acción bélica contra la caballería rusa en la guerra de Crimea (roja, por los casacas rojas del 93º Regimiento de Highlanders británico; delgada por su formación en línea de a dos, en vez de a cuatro, por el escaso contigente con el que contaban), Campbell arengó a sus soldados diciendo:
"No hay retirada desde aquí, soldados. Deben morir donde se encuentran"
Te adoro (esto no lo dijo Campbell).
Yo a ti también, ya lo sabes.
EliminarCuelga tú.
EliminarEsa águila había sido criada para culparse a sí misma, más allá de la dimensión que podía tener su cuota de responsabilidad en un "mundo ancho y ajeno"; no podía percatarse que no todo dependía de ella.
ResponderEliminarUn atento saludo.
Una de mis reflexiones favoritas es sobre el azar.
EliminarGracias por tu acertado comentario.
Todo lo que digamos puede ser usado en nuestra contra. Especialmente si se lo decimos a un cabrón.
ResponderEliminarHou, como siempre ¡lo has "clavao"!
EliminarEres un fenómeno.
Pitt, qué maravilla de reflexión.
ResponderEliminarSiempre es un placer pasar por aquí y un privilegio haberos encontrado.
Besos.
Muy buena reflexión Pitt, pero encierra una terrible trampa...la culpa
ResponderEliminarEl pensamiento de ese águila la llevó a esa conclusión sólo porque posiblemente en su vuelo no entendía que no todo depende de ella, que existen factores externos que no podría, ni podrá, controlar nunca...
La culpa es la verdadera flecha que hería a ese águila, mucho antes de ser acertada de lleno y esa misma culpa puede llevarla a dos situaciones, una, que reaccione, se zafe de la flecha y siga volando y dos, que se quede regodeándose en la belleza de esa flecha, en su supuesta culpa, y mirando su herida acabe chocando con cualquier peñasco inoportuno que le impida seguir su camino...
Todas las flechas acaban sacándose, al igual que todas las plumas arrancadas vuelven a crecer, sólo hay que seguir volando :D
Besos (y un fuerte abrazo de los que barren a la culpa y a las flechas de la incertidumbre)