El Sugerente Mundo Taurino
Alfonso Gómez López Abogado, articulista y escritor
Dibujo: José María Chávez Ortiz (1839-1903)
Cogida del torero Curro Guillén en la plaza de toros de Ronda, en la revista La Lidia (representación de 1883
Y, seguramente, habrá más de un insensato que se atreva a decir que los toros no hacen pupa. Pues está muy equivocado. Hasta cincuenta y cinco matadores que a mí me conste han sucumbido frente a las astas de un toro, y ¡ojo!, que me estoy refiriendo solamente a matadores; la lista se incrementaría notablemente si en ella incluyésemos a novilleros, banderilleros, picadores, monosabios, mayorales y otros empleados de plaza, aficionados y, en general, a todos aquellos que, por uno u otro motivo, se mueven cerca de los afilados pitones de una res. Con seguridad que sobrepasaríamos el millar de largo. Desde José Cándido Expósito, muerto por asta de toro en la plaza de toros de El Puerto de Santa María en 1771 hasta 1987, año en el que el colombiano Pepe Cáceres fallece como consecuencia de un percance acaecido en la plaza de toros de Bogotá, han sido cincuenta y cinco los matadores de toros que han perdido la vida directa o indirectamente como consecuencia de una cornada en plazas portuguesas, francesas, españolas o del continente americano. Aunque en honor a la verdad y para ser riguroso deberá decirse que el sevillano José de los Santos, muerto en la plaza de Valencia en 1847, se produjo él mismo la herida que le acarrearía la muerte con su propio estoque. Lo cierto es que los percances mortales se acentúan en los siglos XVIII y XIX, y la gran mayoría son por causa de infecciones tetánicas, la gangrena o heridas deficientemente curadas. Ya en el siglo XX baja considerablemente el número de toreros fallecidos por asta de toro, y desde, aproximadamente, 1945, año en el que se extiende el uso de la penicilina el torero se engancha a un seguro de vida del que antes carecía. La realidad es que los gérmenes y bacterias de todo tipo que anidan en los pitones de un morlaco producían infecciones que, en el mejor de los casos, exigían la rápida amputación del miembro herido. Cuantísimo debe la humanidad al doctor Fleming, y concretamente la deuda de los toreros con el renombrado doctor es impagable. Y al hilo de esta crónica y para terminar, unas consideraciones que, a buen seguro, harán meditar a más de un torero supersticioso. Que los hay, los hubo y los habrá. Si en el sorteo, previo a la corrida, le toca un toro cuyo nombre acabe con el sonido “ero” cruce los dedos. "Jardinero", de Máximo González, acabó con “Barragán” en 1815; "Cocinero", de Felipe Victoria, quitó de la circulación a “Punteret” en 1888; "Cantinero", de “Zalduendo”, hizo lo propio con “Pepete II” en 1898 en Fitero (Navarra); "Bellotero", de Villagodio, sesgó la vida en Oviedo en 1920 a Ernesto Pastor; "Fandanguero", de Pérez Tabernero, se llevó por delante a “Gitanillo de Triana” en Madrid (1931), suceso del que quedó vivamente impresionado un joven Ernest Hemingway, testigo de la tragedia; "Farolero", de Concha y Sierra, mandó al otro mundo a Pascual Márquez en Madrid en 1937; "Cucharero", de Alipio Pérez Tabernero, acabó con José Falcón en Barcelona en 1974; y "Burlero", de Núñez, truncó los sueños de “El Yiyo” en Colmenar en el año 1985. Como verá el lector, en acabando en “ero” ni de los “Zalduendo” o Núñez se puede uno fiar. Y qué decir de la ganadería de Miura, a ella pertenecieron "Perdigón", que acabó con “Espartero” en Madrid en 1894 o "Desertor", que mató a Domingo del Campo “Dominguín” en Barcelona en 1900. Pero si el susodicho astado además de pertenecer a la vacada de Miura su nombre termina en el fatídico “ero” -temidísimo “ero”- entonces, amigo mío, échese a temblar. Curiosidades de Toros y Toreros Espartero sabiosdeltoreo.com • 40 Vean, vean: "Jocinero" acabó con la vida del primer “Pepete”, torero cordobés muerto en Madrid en 1862; "Agujero" mandó al otro mundo a Faustino Posadas en Sanlúcar de Barrameda en 1907; "Cabañero" mató a Pedro Carreño en Écija en 1930; "Islero" fue verdugo de “Manolete” en Linares en 1947 y "Pañolero" acabó con la vida del francés “Nimeño II” en Arlés en 1991. Desgraciadamente, no han sido estos espadas los únicos que han visto sesgada su vida por las astas de un toro. Voy a hacer una breve referencia a otros que alcanzaron, en su momento, cierto reconocimiento, limitándome a citar el nombre del toro, de la ganadería, del diestro y año y lugar en el que se produjo la tragedia. "Manolete" entrando a matar Toro "Barbudo". Ganadería José J. Rodríguez. Diestro: “Pepe Hillo”. Año 1801. Madrid. Toro "Bragas". Ganadería Guadalest. Diestro: “Panchón”. Año 1842. Hinojosa del Duque. Toro "Hormigo". Ganadería Agustín Hernández. Diestro: “Bocanegra”. Año 1889. Baeza. Toro "Distinguido". Ganadería Félix Gómez. Diestro: “Corchaíto”. Año 1914. Cartagena. Toro "Bailaor". Ganadería Vda. de Ortega. Diestro ”Joselito”. Año 1920. Talavera de la Reina. Toro "Pocapena". Ganadería Duque de Veragua. Diestro: “Granero”. Año 1922. Madrid. Toro "Extremeño". Ganadería Guadalest. Diestro: Manuel Báez “El Litri”. Año 1926. Málaga. Toro "Granaíno". Ganadería Ayala. Diestro: Ignacio Sánchez Mejías. Año 1934. Manzanares. Toro "Avispado". Ganadería Sayalero y Bandrés. Diestro: “Paquirri”. Año 1984. Pozoblanco.
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