Morante y un cuento de hadas
Lo de Morante no se recuerda y, por tanto, lo de Morante en El Puerto tiene mucho de cuento de hadas. Capaz de unir dos faenas de profundo calado a toros tan distintos de El Freixo, el de La Puebla es, hoy por hoy, el puto amo. Sería un error tratar de competir con un cuento de hadas. Pero el toreo es más allá de Morante. Más allá están los nombres de Talavante y Pablo Aguado, y los triunfos de Roca Rey y Manzanares. Uno que torea sin complejos y otro que ha crecido de forma evidente. Al lado de ellos, una corrida de El Juli que se pareció mucho a una corrida de las buenas de Justo Hernández.
Competir con un cuento de hadas o con la mitología de carne y hueso es, además de imposible, un error y hasta un defecto. Anunciados solos, Roca Rey alcanzó los tres cuartos, más o menos, y Morante puso el ‘no hay billetes’. Es un dato real, pero más una consecuencia que una causa. Eso era algo predecible. Y como la realidad es la que es, o se admite y se lee bien o se patina.
A ver, hoy por hoy, torear con Morante supone dos cosas. Una, que es difícil superar el secuestro emocional que provoca Morante. Por eso, las dos faenas de Talavante, mejor quizá, en una parte de la del primer toro, tuvieron el valor añadido de no competir y, sin embargo, hallar su eco y su propio sitio al lado de ese cuento de hadas.
Para ello, hay que disfrutar del toreo de Morante y del propio. Y torear al lado de él y pegarle ‘olés’ cuando luego has de salir a parar al siguiente toro es difícil. Pero es para toreros, y para toreros listos. Es así o no es nada. No acomplejarse es la clave. Y ser gran torero y gran aficionado. Aguado tampoco se propuso competir con Roca Rey. El peruano, que no se quitó con decencia después de lo de Huelva, se arrimó muchísimo. Con un lote escaso de bravura, tampoco compitió con Manzanares, que es más marca que realidad, dicho sea con todo el respeto.
Aguado ha remontado una barbaridad. El Aguado de su segundo toro hacía tiempo que no estaba. Ese toro que exige y calibra, pero con fondo, es el toro que te hace pasar la prueba. Lástima que con la espada el sitio sea otro. En cuanto a las corridas, terciadita la de Matilla y de más cuajo y caras toreras la de El Freixo, que echó cuatro toros buenos de verdad.
No hay explicación al suceso Morante. Y como no la hay, lo más inteligente y saludable es disfrutarlo
El primero de Morante, el más definido. El segundo de Talavante, de buen pitón derecho y con matices. El cuarto, una incógnita desordenada y exigente, poco predecible y que se descarta como bueno hasta que alguien echa la moneda al aire y apuesta: Morante. Bueno el segundo de Talavante y escasos los de Ortega. Pero los dos malos lo fueron no por malas ideas, sino por no servir para triunfar, por escaso fondo o por manejo errado, o lo que sea, pero sin perder embroque.
No hay explicación al suceso Morante. Y como no la hay, lo más inteligente y saludable es disfrutarlo. Y sacar provecho. Como torero, como empresario y como ganadero. Y, por supuesto, como aficionado y como público. Morante se explica, quizá, desde dos pilares: desde un contexto del toreo y del propio país, y desde el contenido propio como torero y persona. El país, España, anda más a la deriva, y más mentido, saqueado y engañado que nunca. El toreo caminaba hacia un rumbo de impostación de esencias, de referencias de escaso poso y peso. País y toreo van de la mano: queremos recordar y pedir la lectura de Ortega y Gasset.
Que nadie olvide que Morante lideró VOX y, lejos de ser hoy el torero fascista, es el torero más del pueblo y más transversal; es ídolo en la cuna de la izquierda abertzale, Azpeitia, en la polifonía social de Madrid, en el chauvinismo con aristas de Sevilla, en la orgía humana de Pamplona y en cada rincón que se mencione. Morante decidió ponerse al frente, tomar el timón que nunca tomaron ‘los toreros de arte’.
No lo tomaban porque no podían. Y porque tampoco hacía falta: el toreo iba bien cuidado con las figuras de más regularidad y tirón del momento. Pero esos toreros de buen rumbo, como El Juli, pues ya no están. La decisión de liderar de Morante es tan histórica como necesaria. En lo social y en lo taurino.
Además, tiene alrededor grandes toreros. Emilio de Justo explica la determinación. Juan Ortega cuida y mima lo que hay que cuidar. Aguado es centrado y muy sentido. Talavante es largo y puro. Y el margen de crecimiento de la gran figura que es Roca Rey, es grande y es necesario y, seguro que sucederá. No lo olvidemos: este torero es necesario sí o sí. Y que nos dure mucho tiempo. El toreo suma. Puede competir cuando ha de competir. Pero, en un caso o en otro, sumar.
El toreo no es propiedad de los toreros. Ellos son los que lo dejan mejor o peor implementado en la sociedad, en una dirección u otra
Sumar en una dirección que no es otra que dar con la clave de prolongar el toreo hacia adelante. El toreo no es propiedad de los toreros. Ellos son los que lo dejan mejor o peor implementado en la sociedad, en una dirección u otra. Morante, justo cuando ya debía de estar al otro lado del río, cuando la angustia o la velocidad no le existen ni le exigen, se echa el rumbo del toreo a la espalda. El de sus prioridades y raíces. El que compartimos tantos y, visto lo visto, comparte la gran mayoría.
Los primeros años de los grandes toreros no suelen ser los de mejor toreo. Hay urgencia por llegar arriba y el fin, ser número uno, justifica los medios, torear por lo civil y lo criminal. Morante hace tiempo que no tiene prisa. Y, como tiene más de una vida a causa de su vida, como que ha nacido de nuevo para pegar un giro al rumbo del toreo. Para decir: esto no se puede perder. Esto es por este camino.
Cuando se vea con la lejanía de los tiempos y no haya árbol que impida ver el bosque, se percibirá mejor. Mejor por más visible. No deja de ser una no coincidencia ese hilo nuevo de rumbo nuevo: Morante / el toro de Justo Hernández / El Juli. Lo de El Puerto, es justamente, seguir ese hilo. Porque hay rumbos que no se ven, por muchas cualidades que un torero o un apoderado o un empresario tenga. Hay cosas que sólo ven los talentosos. No es crítica, sino descripción. El talento es cosa de elegidos. Y no todos pueden serlo.
No ver lo que ven los que sí tienen talento para verlo, no es indecoroso. Ni siquiera una falla. No. Lo que es caminar hacia la torpeza es no verlo e insistir en no verlo y, cuando se ve, actuar como si no se viera. Estamos ante un suceso casi antinatural y negado por todas las estadísticas: un torero en edad más que madura, que debería ser uno que abriera carteles de lujo, resulta que rompe esquemas y mete más gente que los nuevos y que él cuando era novedad. Y el toreo vive de la novedad.
Es más. Es tan antihistoria que Morante es el ídolo más transversal en edad de sus seguidores. Lo es por eliminar barreras geosociales. Por ser algo parecido a lo que el toreo necesitaba y casi lo que necesita este país. Algo que se parezca a la verdad. Algo que no esté contaminado. Algo que no parezca buscar su momento y su interés. Algo o alguien que dé esperanza.
Alguien al mando que no mande o que parezca no mandar. Con poder, y que se perciba generoso. Que sirva para alimentar al que chanela mucho y al que debuta. Alguien que no imponga su liderato y poder, sino que busque una legitimación casi humana para su mandato. Algo que diga que la belleza no son los parámetros externos de cánones de Photoshop. Alguien que se pueda contar como un cuento de hadas sin empezar por el ‘érase una vez’, sino con un ‘existe ahora mismo’.
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