Seguidores
viernes, 26 de julio de 2013
Tragedia ferroviaria
El destino no se presenta siempre con la apariencia deseada. Incluso se muere tontamente, sin saber por qué. La historia es una acción estúpida. Ajena, cuando no contraria a la inteligencia humana. El hombre lo comprueba y lo padece y no puede más. Tal es la grandeza de su destino, según dicen. Las brasas del poniente se enfrían y dejan nubes de ceniza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Preciosa, emocionante y conmovedora entrada, Piit.
ResponderEliminarEs verdad, las tragedias nos dan lo más absurdo y mezquino de la muerte, totalmente carente de sentido.
Gracias y buen fin de semana.
Y aunque nos impacten estas tragedias por los aparatosas eso sucede a diario en las carreteras. El accidente está ahí. Asumo estoicamente la sabiduría de tus letras. No me queda otra opción.
ResponderEliminarMejor no pensar en ese destino... no lo vamos a cambiar.
ResponderEliminarBesos abisales
PD: me guardo tu frase de Virgilio, para arrancar el día
Qué triste...Otro abrazo Pitt!
ResponderEliminarUn segundo nada más, que dura la eternidad de una tragedia.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por su visita. Nos leemos.
Terribles o maravillosas, las vueltas del destino, que día tras día nos recuerdan nuestra pequeñez y nuestra grandeza.
ResponderEliminarSólo somos pasto de absurdeces.
ResponderEliminarBella entrada, a mi me ha emocionado, sigo estando blandita. Un abrazo
ResponderEliminar