Lo útil y lo utilitario

Jugar, conocer, amar, crear, contemplar la belleza del mundo... son actividades y estados que poseen una forma superior de utilidad.

Dada nuestra tendencia a identificar lo "útil" con lo "utilitario", tendemos a pensar que el término "útil" no es adecuado para calificar este tipo de actividades. Pero ¿merecen, acaso, ser calificadas de inútiles?

Pongamos un ejemplo de actividad inútil. Nos cuenta la mitología griega que Sísifo fue condenado a arrastrar sin descanso una inmensa roca empujándola con ímprobo esfuerzo hasta la cima de una montaña. Una vez allí, la piedra escaparía de sus manos y rodaría al valle, y él tendría que descender de nuevo para recomenzar su terrible tarea; y así... por toda la eternidad. Lo terrible del castigo no radicaba en el tremendo esfuerzo sino en la arbitrariedad e inutilidad del mismo; fue esa inutilidad la que le sumió en la locura y la desesperación.

Si preguntamos al niño que en la playa construye y deshace castillos de arena, por qué lo hace, probablemente conteste "porque sí". Pero no es análogo al ejemplo anterior. La actividad del niño no tiene más meta que sí misma; de que, en ella, el medio, el proceso, es ya el fin. Y allí donde el medio y el fin se identifican tiene lugar la vivencia de una profunda sensación de plenitud y de sentido. La actividad de Sísifo no tenía una utilidad extrínseca, pero tampoco intrínseca, pues no pudo experimentar el proceso como algo valioso en sí mismo; de aquí su sensación de absurdo y futilidad.