No está de más recordar el texto de Martin NIEMÖLLER: Las botas y las zapatillas. Y aplicarlo a Cataluña. Por José Crespo
Un hombre cuya familia
formaba parte de la aristocracia alemana, antes de la segunda guerra mundial,
poseía varias grandes fábricas y propiedades Cuando se le preguntaba cuántos
alemanes eran verdaderamente nazis, daba una respuesta que puede servirnos de guía
sobre nuestra actitud respecto del fanatismo.
Pocas personas son
verdaderos nazis, decía, pero son numerosas las que se felicitan del retorno
del orgullo alemán, y aún más numerosas las que están demasiado ocupadas para
prestar atención. Y continúa: Yo
era uno de los que pensaban simplemente que los nazis eran una banda de locos. Así la mayoría de limitó a mirar y dejar hacer. De
pronto, antes de reparar en ello, eran nuestros amos, habíamos perdido toda la
libertad de maniobra y el fin del mundo había llegado. Mi familia perdió todo,
yo acabé en un campo de concentración y los aliados destruyeron mis fábricas.
La Rusia comunista
estaba compuesta sencillamente de rusos que querían simplemente vivir en paz,
pese a que los comunistas rusos hayan sido los responsables del asesinato de
alrededor de veinte millones de personas. A la mayoría pacífica no le concernía.
La inmensa población
china era, también, pacífica, pero los comunistas chinos llegaron a matar la
cifra escalofriante de setenta millones de personas.
El japonés medio, antes
de la segunda guerra mundial, no era un belicista sádico. El Japón, sin
embargo, sembró su ruta a través del sudeste asiático, de asesinatos y
carnicerías en una orgía de muerte incluyendo la exterminación sistemática de
doce millones de civiles chinos, muertos, la mayoría, a golpes de espada, de
pala o de bayoneta.
¿Y quién puede olvidar
Ruanda, que se convirtió en una carnicería? ¿No hubiéramos podido afirmar que
la mayoría de los ruandeses estaba a favor de la Paz y el Amor?
Las lecciones de la
Historia son, con frecuencia, increíblemente sencillas y brutales. Sin embargo,
pese a todas nuestras facultades de raciocinio, pasamos con frecuencia junto a
cosas de los más elementales y mínimamente complicadas: los musulmanes
pacíficos se han convertido en inconsecuentes debido a su silencio.
Hoy, expertos y cabezas
bien pensantes, no dejan de repetir que el Islam es la religión de la paz y que
la inmensa mayoría de musulmanes no desea sino vivir en paz. Incluso si esta
afirmación gratuita fuera cierta, está absolutamente infundada. No es más que
una falacia desprovista de todo sentido, destinada a tranquilizarnos y, de
algún modo, a atenuar el espectro del fanatismo que invade el Mundo en nombre
del Islam.
El hecho es que los fanáticos
gobiernan actualmente el Islam. Son los fanáticos quienes desfilan. Son los
fanáticos quienes financian cada uno de los cincuenta conflictos armados por el
mundo. Son los fanáticos quienes asesinan sistemáticamente a cristianos y
grupos tribales en África y meten poco a poco mano en el continente entero, a
través de una ola de islamismo.
Son los fanáticos
quienes ponen bombas, decapitan, masacran o cometen crímenes en nombre del
honor. Son los fanáticos quienes toman el control de las mezquitas, una tras
otra. Son los fanáticos quienes predican con celo la lapidación y el
ahorcamiento de víctimas de violación y de homosexuales. La realidad, brutal y
cuantificable, es que la mayoría pacífica, la mayoría silenciosa es ajena y
esconde la cabeza.
Los musulmanes
pacíficos se volverán enemigos nuestros si no reaccionan, porque, como mi amigo
alemán, se despertarán un día para comprobar que son la proa de los fanáticos y
que el fin de su mundo habrá comenzado.
Alemanes, japoneses,
chinos, rusos, ruandeses, serbios, albaneses, afganos, iraquíes, palestinos,
nigerianos, argelinos, (y coreanos del norte no nos olvidemos de ellos), todos
partidarios de la Paz, y muchos otros pueblos han muerto porque la mayoría
pacífica no ha reaccionado antes de que fuera demasiado tarde.
En cuanto a nosotros,
que contemplamos todo ésto, debemos prestar atención al único grupo
verdaderamente importante que amenaza nuestro modo de vida: los fanáticos.
Y también, a riesgo de
chocar con los que no creen que el asunto sea tan serio pasarán por encima de
esta meditación sin querer complicarse la vida contribuyendo sin darse cuenta a
que con la pasividad se propicie la expansión del problema.
Debemos meditar,
reflexionar y compartir nuestra meditación. Cuando vinieron por los
comunistas, no protesté porque yo no soy comunista. Cuando vinieron por
los judíos, no protesté porque yo no soy judío. Cuando vinieron por los
sindicalistas, no protesté porque no soy sindicalista. Cuando vinieron por
los católicos, no protesté porque yo no soy católico. Y cuando han venido
por mí, no queda nadie para protestar.
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