“A las dos y media menos unos minutos, dejó de existir, en tierra extraña y sin ver a sus pequeñuelos, que eran el gran amor de su vida”, añadía el texto llegado desde la capital española. Y es que Ballesteros dejaba huérfanos de padre a dos niños, fruto del matrimonio con su amada Candelaria.
El toro "Cocinero", del hierro de Benjumea, le atravesó el pecho; el dolor se esparció por Aragón entero.
Desde la plaza, inexplicablemente, lo trasladaron al Hostal los Leones en vez de al hospital. Y allí, en una cama de pensión, feneció. “Se han cumplido los tristes presagios. Florentino Ballesteros sucumbió ayer al tremendo cornalón recibido el domingo en la plaza de Madrid. Ni solicitudes familiares ni cuidados de la ciencia han podido rescatarlo de las garras de la muerte. Desde muchas horas antes de ocurrir, se presentaba la desgracia. Las impresiones que llegaban no podían ser más fatales; auguraban desenlace trágico. Y no tardaron en confirmarse los augurios fatídicos”, narraba el HERALDO del 25 de abril de 1917, día posterior a la muerte de Ballesteros.
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