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viernes, 28 de abril de 2023

Morante y Sevilla...

 

Morante y Sevilla… y Romero y Paula



Sevilla, usando la gramática en el estilo del realismo mágico, es un país aparte. Madrid lo es también en un sentido más geopolítico que estilista, más de hierro económico que de seda de capote de paseo. Sevilla tiene sus claves como país. Es una Ciudad Estado. En la cual sus habitantes la mantienen, algunos, como el ombligo del mundo. Otra parte de ellos la tienen como espejo de su propia casa o de la casa que no tienen, pero querrían tener: hermosa y distinguida. Otros la comparten y la incluyen en el cosmopolitismo cultural, al lado y otras grandes ciudades tejado de este país llamado España. En el toreo, los ciudadanos que la siente obligo del mundo, un buen puñado de gente cree que su Sevilla es la cierta. Y esta certeza se apuntala en una línea escasamente genealógica del toro de Sevilla y del toreo sevillano. Que dicen que existe, como que existe el castellano.

Debe ser que ya no se usan aquellas expresiones naturales y certeras como el agua y la tierra, palabras antiguas donde las haya, pero insustituibles en gramática y hasta la poesía. Toreros con estilo, o con arte (no dina de arte, por favor) . Toreros acamperados, hechos muy en el campo. Toreros de temple, el que da la vieja Castilla o La Mancha. Ya no se usa eso, entre otras cosas porque hay escuelas y en las escuelas, con todos los respetos, más allá de una gramática técnica del toreo, no deberían enseñar nada que no sea respeto y buen estar. Porque el saber no se enseña y menos el genio. Sevilla Ciudad Estado es la polémica de la música, que este año no existe, el toro de Sevilla que hace mucho que no existe pero que nadie dice nada cuando no hace tanto era el único que existía. Sevilla Ciudad Estado en más Curro que Manolo González o que Pepín. Sevilla es frontera con Triana o viceversa. Sevilla es no al del ave que maltrata al obligo del mundo, pero si al del Ave que deja euros. Sevilla.

En ese ombligo del mundo, Sevilla ensalza a la mitología a los toreros sevillanos que sirven para su ombligo. No es dada a abrazar a muchos sino a a simbolizar a unos pocos. Espartaco anda por ahí porque no es emblema de Ciudad Estado y, sin embrago, fue el que más mandó. Romero si lo es. Lo es Romero mucho más que Morante, en un guerracivilismo de cervecita y tertulia, de tal forma que el maestro arropa má, al menos visualmente, a Urdiales y a Ortega que a Morante. Decir esto es decir una realidad sin acta notarial para una realidad que no necesita notario. Hay verdades sevillanas que no necesitan notario. Morante es sevillano pero torero universal antes que “de Sevilla”, del mundo mundial. Es el toreo recolectado en pleno. Histórica y contemporáneamente, de tal forma que su poder histórico en vida es superior a de muchas leyendas no vivas del toreo. Es decir, un ser superior que diría Rafael de Paula. Y aquí viene el asunto.

Todo que un gitano de Jerez intuyó, puso intención de hacer en los ruedos sin poder rematar el cuadro, lo ha hecho Morante. No hay torero más intencionadamente gallista que Paula sin poder serlo porque en vez de piernas tenía dos ferreterías. Ni tampoco hay torero mas hacia Belmonte, dando razón de ser a quienes sostenemos para nosotros mismos que José y Juan eran uno sólo. Del ciento por ciento del uno sólo elijan quien ponía más porcentaje. Y Morante llega y va mostrando que tiene mas valor que el Guerra, que no es de arte, porque ser de arte es como decir que es de raza blanca (perdón caucásico). Una generalidad muy general, y, por tanto, un tópico. Y con la faena del rabo, el ombligo del mundo y sus adeptos tienen dos posibles decisiones a tomar: o se ponen ya y para siempre a compás del toreo de Morante o se quedan con su ombligo. Que será muy lindo pero muy chico y el toreo es grande y grandeza.

Miren, ha habido desde Sevilla excelentes toreros con el capote. Posiblemente lo más difícil. Fernando Cepeda es uno de ellos, pero me da que no forma parte del ombligo del mundo. Y da lo mismo si lo está porque el icono y dios y la medida de las cosas pasa por uno, Romero. No porque él lo haya decidido o instaurado sino porque los ombliguitos lo deciden por él. Y deciden que antes de él y después, pues pocos, y “a luego” los ya sabidos de la sevillana recurrente. Jerez, que tiene mas arte que Sevilla en el sentido del arte más puro y más de verdad y más expuesto y con menos espejos, es y ha sido extramuros de esa Sevilla. No se si por ombliguismo o porque un compás en Jerez tiene más compás. Puede ser que sea porque Jerez no vivió jamás del embroque en nada, ni en el cante ni en el toreo.

El lance (y muletazo) de embroque es ideal para el fotógrafo, da una gran foto. Justo la que sale del encuentro entre capote, cuerpo de torero y embestida del toro. Y es ilusionista: hace olvidar el antes y el después del propio embroque, allí donde está el toreo. La sutileza preciosa del embroque se convierte en mero preciosismo que deja el toreo en segundo plano. Cuidado.

Es decir, el echar los vuelos del capote y como echarlos y cuando echarlos, el recoger, el traer poniendo compás todo el conjunto, el embroque, y el final. El final. El antes y el después del embroque es el lance entero y el embroque una parte minúscula. El antes y el después es el toreo, como lo es en la muleta. Y reducir, no ir a los tiempos y velocidad del toro. Si se nos permite, ese lance es Paula. Y claro, mucho más allá de todos los allás posibles, Morante de la Puebla. Y, por añadir, decir que un embroque hermoso es gran cosa, lo mismo que un ombligo hermoso, pero del mismo tamaño. Lo otro es otra cosa, Una cosa que habla de pureza, exposición, compás, toreo, mandar, recoger, reunirse, amarrar la bravura sin nudos, dejar el cuerpo en el hotel y… cortar un rabo en Sevilla.

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