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miércoles, 26 de enero de 2011
Job
Para muchos, Job es el modelo del ciudadano perfecto. Cuando las cosas andan bien, agradece. Cuando no, también. Nunca se queja, nunca pide nada, y por sobre todo, siempre permite que su Amo y Señor haga lo que se le dé la gana. Para Job, nada de sindicatos ni de gremios, nada de asociaciones de jubilados ni de grupos de vecinos, nada de Amnesty International. ¿Le roban lo suyo con la complicidad de fraudulentos abogados? ¿La casa se le derrumba porque la inmobiliaria escatimó en la construcción? ¿Se enferma y en el hospital le dicen que no hay lugar, y si hay lugar, no hay material médico? ¿Abusan de él, sus hijos desaparecen? Job baja la cabeza, repite aquello de "¿quién soy yo para saber lo que merezco?", y se rehúsa a acusar a los del Gobierno.
En la fábula bíblica, Job sale ganando. Dios se da cuenta de que su criatura es capaz de más sacrificios que Él mismo, y que muestra una envidiable capacidad de perdón. Por lo tanto, Dios decide recompensar tanta devoción y le otorga a Job el doble de lo que le había quitado. Eso, el final feliz. Pero en la realidad, las cosas son un tanto distintas. Job sigue sufriendo y de la supuesta recompensa, por el momento no se sabe nada. ¿Hasta cuándo aguantará Job? ¿Cuántas cosas más habrá que quitarle para que reconozca que toda injusticia es inaceptable? ¿En qué momento se preguntará, como dice el derecho romano, Cui bono? Es decir: ¿a quién beneficia todo esto que le está ocurriendo? ¿Quién se ha quedado con sus rebaños, con sus propiedades, con el fruto de su trabajo? ¿Quién es responsable de la muerte de sus hijos? ¿Cuándo tiene un hombre la obligación de defenderse contra la arbitrariedad de los que están en el poder? ¿De cuántos derechos más habrá que privarlo al pobre Job antes de que diga "basta"? El reto de Satanás sigue en pie.
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A mí nunca me ha gustado esa actitud doblegada y sumisa de Job. Por otro lado, yo tampoco sé hasta cuándo durará la situación ni hasta cuándo aguantará cualquier Job de hoy en día. Pero me conformaría con que se hiciera todas esas preguntas que planteas.
ResponderEliminarSaludos.
Los españoles debemos tener el Job por delante. Job María, Job Guadalupe, Job José...
ResponderEliminarAsí estuvimos, estamos y si Dios no lo remedia, así estaremos.
Buenísima reflexión de la realidad.
Besos.
Como alegoría de la situación actual y la paciencia de los españoles con los políticos que nos gobiernan, tu entrada está muy bien.
ResponderEliminarMe pregunto si aquí se puede liar una a la tunecina. Por un lado lo veo difícil, ya que la situación tiene bastantes diferencias y además España es un país con una edad media de la población bastante elevada si lo comparamos con los países en los que se está liando una de éstas (Túnez y Egipto). Pero por otro lado estas cosas siempre pillan de sorpresa.
Bueno, a todos menos a uno. Como decía el cómico Fernandel "pase lo que pase, siempre hay uno que ya lo sabía".
Mañana aquí hay huelga, y como la huelga la convoca lab, sindicato simpatizante de hb, pues todos a la huelga, no sé si servirá de algo o no, pero por una vez, estoy de acuerdo.
ResponderEliminarLos españoles somos como Job, y no lo somos. Si aceptaramos lo que nos cae encima sin problemas seríamos simples tontos, pero no aceptarlo y pegarse todo el día quejándose sin hacer nada para remediarlo ya no tiene nombre.
ResponderEliminarLa sociedad española sigue teniendo miedo, y eso es lo dificil de erradicar.
Uffffff, tema complejo para debatir si los hay. Coincido con neko, salvando las distancias, puesto que en Argentina es más o menos similar.
ResponderEliminarCuando las cosas se ponen "negras", ¡patapúfete! AUMENTO SALARIAL para casi todos los sectores. Y todos los sectores felices. A los pocos días, ¡patapúfete!, IMPUESTAZO (aumenta la luz, el gas, el agua, la prepaga, los transportes, la cuota del colegio, la matricula de la universidad, el impuesto inmobiliario y hasta la leche y el pan), y salimos a quejarnos un rato. Pero no más.
Hace tiempo dejamos de vivir, para sólo sobrevivir. ¿Podemos cambiar eso? Yo lo sigo viendo tan lejano...
Egipto arde. Ahí, por lo visto, la gente se ha cansado de aguantar. No sé como acabará todo esto, pero lo que sí tengo claro es que estamos viviendo una auténtica revolución. Quizá porque estamos dentro del remolino no alcanzamos a verlo todavía.
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