El padrenuestro del toreo
Tiene el toreo en el embroque su padrenuestro. Éste puede hacerse más retrasado, con mayor o menor inercia. Con más altura o mano baja. Pero sin él, no hay toreo que valga y entramos en el terreno de la emoción, pero no de la dominación. Llegaba la corrida de Miura con un encierro variado de pelaje -algo que cada día parece más raro-, de impoluta presentación, de grandes cuerpos y largos de viga, pero con la fineza clásica, que dio interés de principio a fin en un interesante festejo. Con las opciones del toreo en la medida de sus embroques -el tercero fue el de más humillación- Esaú Fernández cortó una oreja. Regresaba Escribano en nueva gesta de torero valiente y dejó la faena más importante por conseguir el toreo cuando no había entrega, mientras que el presidente se puso dogmático con El Fandi. Precisamente, con la de Miura.
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