Talavante pone la cumbre en una tarde para el recuerdo con Roca Rey y Pablo Aguado a hombros
Buena corrida de Garcigrande, con un toro de vuelta al ruedo.
Con uno de esos toros a su aire, de los que cría Justo Hernández y que luego se ordenan como por arte de magia, Talavante se encontró con su toreo. El que debe de marcar no solo su carrera sino su diferencia. Dos veces le hizo extraños el toro a Álvaro Montes en la lidia , pero de tú a tú Talavante y el de Justo, ahí fue otra cosa. Un río de toreo reunido y profundo y curvo. El toreo curvo es que más reduce y Iara eso se necesita ese toro flexible. El de Justo Hernández bueno es toro que embiste tanto y tan entregado con el pitón de dentro que obliga al cuerpo a embestir en un gesto físico propio de un cuerpo casi elástico. Un milagro. Pero el toreo es dado a ese milagro. Vaya faena y vaya toro. No es fácil en Salamanca cortar dos orejas a un toro después de pinchar. ¿Rabo?
Pero nunca se puede dejar de mirar a Roca Rey. Cuidado con este torero que está en la cima de las cimas porque donde él va y donde él pisa , van pocos y pisan pocos. Este torero que aún tiene espacio y tiempo para crecer, defiende su certero y mando con una insistencia bestial. La faena al quinto fue la propia de máxima figura. De pocas prestaciones el toro y de máxima exposición el torero cuyo mensaje insistente por estar donde está da honor al toreo.
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